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Pensamiento de Enrique Molina
Don Enrique Molina señalaba en 1917 su deseo de que la "nueva Universidad, además de que forme profesionales de carreras liberales y profesionales técnicos, como los reclamaba el desarrollo e incremento de la riqueza nacional, sea un centro de variadas informaciones para el público, de extensión universitaria, de investigaciones y experimentaciones científicas y de fomento de la más alta cultura literaria, humanista y filosófica". Por lo tanto, si bien Enrique Molina consideraba importante formar profesionales técnicos, señalaba que era vital el incremento de una cultura humanístico-literaria y filosófica, que se constituía según él, en el espíritu mismo de una Universidad. Frente a aquellos que pretendían darle al futuro Centro Universitario una orientación más técnica que intelectual, Enrique Molina declaraba en 1944 que "esa actitud se hallaba reforzada por la urgencia de sacudir la subyugación y dependencia económica en que el país se encontraba, y en la cual sin gran diversidad era común con todos los pueblos iberoamericanos. Somos -expresaba- casi factorías de otras naciones más adelantadas. Nadie puede negar la importancia vital de este problema de la educación que tiende a robustecer nuestra eficiencia económica. La Universidad pretenderá contribuir a solucionar este problema; pero indicarle a una Universidad que se limite a ese género de educación es pedirle que deje de ser Universidad. Si ésta no merece llamarse tal, estando constituida sólo por un conjunto de escuelas profesionales, menos puede merecerlo si no pasa de una escuela técnica”.
A una Universidad, confiesa "no la constituye el sólo conglomerado de escuelas profesionales, por muy completas que sean en su número y en su calidad, escuelas en que los jóvenes vayan a sólo vivir ciertas capacidades intelectuales y técnicas que les permitan ganarse la vida. Ni queda constituida tampoco por el hecho de agregar a esas escuelas, institutos de investigación científica ni por la preparación de especialistas. El alma de la Universidad tiene que formarla un ambiente filosófico y ético, que dejándose sentir en cada escuela, encuentre su expresión más definida en una Facultad Central de Filosofía y en el cultivo de las humanidades".
Asimismo agregó que "la tendencia industrial es justa, es necesaria y salvadora, pero a que no se convierte en un ídolo fenicio que lance el rayo destructor contra todo lo humano, toda la cultura que ennoblece y embellece la vida".
En resumen, no es aventurado señalar que el futuro Rector Honorario Vitalicio de la Universidad, estando de acuerdo con la idea de incorporar carreras técnicas al futuro Centro Universitario, pensaba que el ser mismo de ésta se cimentaba bajo una sólida formación filosófica y humanista, sin la cual ninguna Universidad podría recibir tal denominación.
A raíz de lo anterior, el rector Stitchkin propuso al Directorio la contratación del arquitecto y urbanista Emilio Duhart para realizar un estudio preliminar de la ampliación de la ciudad universitaria.
A comienzos de 1957, Duhart inició el estudio de reordenación de las edificaciones universitarias, lo que culminó en la elaboración del Plan Regulador de 1958.
De dicho Plan, como lo expresa en su libro el Decano de Arquitectura, Jaime García Molina, "El elemento de mayor fuerza y significado de la propuesta del arquitecto Duhart, elemento articulador de toda la composición arquitectónica del nuevo Plan Regulador, fue el Foro Abierto o conjunto de Plazas Centrales, ... ubicado al pie del Campanil".
Concebido como el espacio simbólicamente más importante de la Universidad, alcanzaba un significado particular, porque daba un contenido muy claro a la filosofía que orientaba la reestructuración universitaria propuesta por el Rector Stitchkin, y por su diseño de mucha novedad y fuerza. Indudablemente fue el elemento central del plan de la nueva Universidad, con un valor equivalente a la propuesta de la "ciudad universitaria" de los primeros años, ya que materializó con mucha fuerza la idea de la nueva etapa que comenzaba a desarrollar la Universidad.
En la idea de Duhart, la conformación de la nueva Plaza Elevada (la parte superior del Foro que corre de oriente a poniente), con graderías hacia la ciudad universitaria antigua, al norte y hacia la ciudad universitaria nueva, al sur, marcaba un "umbral" muy claro entre la vieja y la nueva universidad. La conformación de este conjunto obligaba al observador a subir a ese umbral desde la ciudad universitaria antigua para asomarse a esa nueva universidad, permitiéndole mirar desde arriba -digámoslo así- hacia el pasado y hacia el futuro.
Aunque en términos funcionales la idea del Foro Abierto sólo reforzó lo planteado por el urbanista Karl Brunner, casi treinta años antes, en el sentido de tratarse de un centro con avenidas internas diagonales confluyendo en el hito del Campanil, en términos formales y simbólicos, el Foro Abierto introdujo un cambio importante para el Campus universitario, de alto significado simbólico y político al entregar un escenario monumental para el acto concreto y programado de la reunión de la comunidad universitaria.