Los que no conocen la cuenca del Achibueno en la precordillera de Linares, podrían no saber de qué se tratan la protesta recientes de los ciudadanos, aunque es fácil adivinar que estas responden a un patrón que se ha repetido en innumerables oportunidades en distintos puntos del país, y que es la resistencia que generan determinados proyectos energéticos.
No obstante, con tan sólo hojear el libro Biodiversidad de Altos de Achibueno, del estudiante del magíster en Ciencias Forestales de la UdeC, Pablo Bravo, es posible entender qué es lo que defienden.
En 88 páginas, el texto (disponible en formato digital, por ahora), además de reflejar la belleza del lugar, entrega información sobre parte de la diversidad biológica que vive  en los ecosistemas de la cuenca, con el reconocimiento de las especies que los habitan (aves, mamíferos, anfibios y plantas), cada una identificada en una ficha, con fotografías y una breve descripción taxonómica.
Asimismo, entrega antecedentes relativos a la historia natural y cultural (como vestigios de pinturas rupestres) y su interés como Sitio Prioritario para la Conservación de la Biodiversidad.
“El libro busca generar una sensibilización por el lugar, dar a conocer su importancia biológica y mostrarlo no sólo como un lugar bonito, sino más bien generar un  interés científico, cultural y biológico”, cuenta el ingeniero forestal, originario de Linares, quien reconoce que los Altos de Achibueno marcaron su infancia, influyendo en su interés por los estudios en el campo de la ecología.
“Es uno de los cordones precordilleranos más importantes del punto de vista biológica para la región del Maule. Además, reúne ciertas condiciones que realzan la necesidad de trabajar acá, como falta de información e investigación y, por supuesto,  generar canales de comunicación que acerquen a la comunidad con su entorno natural”, señala el profesional.
Entre las bondades que distinguen a Altos de Achibueno, el ingeniero forestal destaca la presencia de bosques prístinos –que  aún conservan gran parte de la estructura original o que han tenido baja intervención-  y de formaciones particulares y características de la vegetación de la zona centro-sur del país, como el bosque de tipo templado mediterráneo y otros sectores con bosques siempreverdes típicos de zonas más húmedas del sur del país.
“En este sentido –explica- podemos observar cómo confluyen la vegetación del norte con el sur. Esta zona correspondería a un área intermedia. Sumado a esto, existen otros sistemas de gran valor ecológico como las praderas alto andinas y un circuito de humedales (lagunas) que albergan aves migratorias estacionales ,características de estos ecosistemas”.
El sitio también alberga especies de importancia para la conservación, como el naranjillo, el guindo santo, belloto del sur, la menta de árbol, junto a bosques puros de raulí, hualo y a bosques mixtos de hualo con ciprés de la cordillera. Asimismo, posee aves como el carpintero grande, el pato corta corrientes y loro tricahue.
Como conocedor del lugar desde niño y como científico, Bravo no deja de manifestar su preocupación  por la amenaza que representa la posible instalación y ejecución de proyectos hidroeléctricos en los Altos de Achibueno.
“Durante la historia de Chile muchas de las comunidades han tenido que defender e iniciar una larga lucha en contra de estos proyectos, los cuales argumentan un desarrollo y mejor calidad de vida para la zona afectada y la región.  Es posible hacer una analogía con otros proyectos de similares características ejecutados en otras partes del país, donde en ellos se observan los problemas de la pérdida de la diversidad biológica y por ende de los ecosistemas y la declinación de la identidad cultural”, indica.
Por eso insiste en el valor de Achibueno, una zona única que, en su opinión, “debe permanecer de forma íntegra para nuestro futuro como una reserva natural e identidad con nuestro entorno. Además, representa un inmenso laboratorio al aire libre, en el cual se pueden realizar numerosas investigaciones y generar la inquietud de nuevos investigadores en una etapa escolar y universitaria, mostrando el gran trabajo del quehacer científico en el área de la ecología de campo”.
Por otro lado, añade, la zona alberga especies con distintos atributos de interés biológicos, adviertiendo, además, que no hay que olvidar a las localidades “que conservan una estrecha relación entre el sitio y su cultura”.
El libro es producto de un proyecto del Fondo de Protección Ambiental del Ministerio del Medio Ambiente, que Bravo llevó a cabo junto a la ingeniera foresta Gabriela Baeza, y el ingeniero agrónomo, Gonzalo Gallardo, con quienes comparte el interés en temas de conservación.