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Seminario en la UdeC analiza implicancias de nueva normativa de construcción

Con más de un centenar de asistentes (entre profesionales vinculados al diseño construcción de estructuras y estudiantes) se realizó el seminario Implicancias y aplicaciones de la nueva normativa en el diseño sísmico  y de hormigón armado en Chile, organizado por el Departamento de Ingeniería Civil de la UdeC y la Asociación Chilena de Sismología e Ingeniería Antisísmica (Achisina).
El seminario es el tercero –de una serie de cuatro- que la Achisina ha estado llevando a cabo en distintas zonas del país para difundir las bases y alcances de la nueva normativa expresada en los decretos supremos 60 y 61, que vienen a corregir las deficiencias constructivas evidenciadas tras el terremoto del febrero de 2010.
El coordinador del encuentro, el académico de Ingeniería Civil, Rodrigo Silva, destaca que se trata de una de las primeras actividades de difusión sobre la normativa que se realiza en el sur del país ya que –como dice- todo ha estado centrado en Santiago.
A su juicio, más que entregar antecedentes sobre los decretos –porque estos fueron promulgados en diciembre de 2011 y los profesionales que lo requieren ya lo han estudiado, dice- el mérito de este seminario es haber entregado los fundamentos de las modificaciones de la normativa y, lo más importante, agrega, es que las exposiciones estuvieron a cargo de “profesionales de primer nivel, directamente involucrados en los comités, que explicaron bien el por qué de los nuevos decretos más que cómo aplicarlos de manera práctica. Son todos relatores de alto nivel, sin el apoyo de Achisina hubiera sido difícil juntarlos a todos en un solo seminario”, señala el académico.

La jornada constó de un total de siete conferencias, en las que se abordaron aspectos sismológicos del terremoto y de diseño de muros de hormigón armado, destacando la participación del investigador de la Universidad Católica, Rubén Boroschek, con su exposición sobre los nuevos espectros de diseño sísmico, y del presidente de la Sociedad Chilena de  Geotecnia, Ramón Verdugo, con la ponencia sobre la nueva clasificación de suelos.

Rodrigo Silva resalta que, al igual que el seminario organizado por el profesor de Ingeniería Civil Mario Valenzuela hace dos semanas, en estas jornadas se puso énfasis en la aplicación correcta de los criterios ingenieriles, a la necesidad de “ser razonablemente conservadores tanto en la parte de ingeniería geotécnica como estructural, a privilegiar estructuras conceptualmente sanas sobre los resultados numéricos de modelos computacionales que no representan la realidad”.  Lo importante, puntualiza,  “es que la gente se dé cuenta de que si quiere aplicar los nuevos criterios y disposiciones de diseño no basta sólo con leer las normas, sino que hay que volver a estudiar y mantenerse actualizado tanto en la parte conceptual como en las herramientas modernas de diseño.

Nuevos espectros

Base de todas las modificaciones incorporadas a la norma son los registros del terremoto del 27 de febrero que, como dice el académico de la Universidad de Chile, Rubén Boroschek, existen sólo por casualidad. “Tuvimos la suerte que, como Universidad, teníamos instalados instrumentos en la zona de  Viña del Mar y de Concepción” que son, como dice, los lugares donde se registraron los espectros más atípicos” en relación a las características de los movimientos observados en el terremoto de 1985. Fue esta información, afirma, la que permitió entender con precisión las causas de los daños sufridos por las edificaciones.

Pero, agrega,  Concepción es el caso que más ha llamado la atención.  “Se movió el valle entero (de la ciudad) y lo hizo de una manera que no conocíamos, porque siempre suponíamos que lo que se movía eran las capas superiores, los primeros 30 metros, y ahora fueron 150 metros de suelo los que se movieron de manera tan severa que afectó de manera muy especial a los edificios de altura, de más de 15 pisos”.
Hasta antes de 2010, agrega, los espectros no eran tan severos, por tanto, la demanda sísmica era menor, “no ponían tanta fuerza en los edificios altos y lo que pasó en  Concepción y Viña del Mar, en particular, mostró que la norma  (vigente entonces) era  groseramente insuficiente”.

Esto, observa, es lo que corrigen los decretos.  “Era necesario mejorar la norma existente,  no porque estuviera errada, sino porque era deficiente en términos de la información nueva que se obtuvo a través del terremoto”, afirma.
Boroschek  señala, que en lo sustancial, los resguardos que se introdujeron a la norma chilena vía decreto supremo se traducen en recomendaciones de diseño que buscan reducir el daño en edificios ante un evento similar al de febrero.

“La norma corrigió los errores groseros, pero no resuelve la demanda popular de la población que quiere que su vivienda pase un terremoto sin daño, para no perder su inversión. La ley, incluso la vigente, no lo logra y no conseguimos, como ingenieros, satisfacer esa necesidad de no perder la inversión que es quizás la más cara de nuestras vidas, porque nosotros seguimos diseñando sabiendo que el daño es posible”.

Para este especialista en ingeniería estructural, la única posibilidad de garantizar la ausencia de daños es el uso de sistemas de aislación sísmica que son capaces de disipar la energía producida por el movimiento sísmico y eso –señala- es algo que sólo puede costear un conjunto reducido de inversionistas. “Lo que la ingeniería tradicional hace con las nuevas modificaciones es garantizar la vida de las personas y en gran parte la inversión, pero no totalmente”.

Sin emitir juicios sobre el caso del edificio Alto Río,  el investigador afirma que, a pesar de la severidad del terremoto de 2010, en términos generales “la ingeniería cumplió, excepto un pequeño grupo que tendrá que defender su actuar. Más allá de lo trágico que fue para Concepción el caso de Alto Río, Boroshchek asegura que cuando un edificio se cae se debe a que, efectivamente, hay deficiencias que son transversales. “Para que un edificio colapse, debe haber una serie de errores, unos tras otros”.