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Ya es una tradición universitaria. Cada semestre, los estudiantes inscritos en las Actividades Extraprogramáticas comparten sus progresos con  compañeros de carrera, familiares y amigos, en una presentación que también es seguida por un público externo que disfruta de la cultura y el arte cultivado por los jóvenes.
De este modo, más de 200 alumnos de distintas carreras subieron el viernes, al escenario dispuesto en el Gimnasio A  para la velada que puso término a un primer ciclo de talleres. La función se inició con una innovadora presentación del Ballet Folclórico de la Universidad (Bafudec), que ofreció un lúdico cuadro dedicado a canciones de películas.
Le siguió el grupo de Introducción al Teatro, que presentó una adaptación de la obra Un crimen en mi pueblo, del dramaturgo chileno Armando Moock, que prescinde del texto, para centrarse en la improvisación a partir de la gestualidad y la expresión corporal.
Paso a paso se sucedieron las muestras de Danza Moderna, Salsa (nivel básico e intermedio), del Conjunto Huenuicán, Tango, Hip Hop, Danza del Vientre I y II, Danza Afro y de los talleres de Karate Tradicional, Gimnasia Artística y Gimnasia Rítmica, en el área deportiva, en un gran espectáculo cuidado hasta en el último detalle, en su montaje de luces y sonido.
Mientras, y de manera permanente, en el hall del Gimnasio, los alumnos del taller de orfebrería exhibían sus creaciones.
El coordinador de las Actividades Extraprogramáticas, Antonio Cortés, recuerda que estas presentaciones se iniciaron a fines de los '80 cuando los talleres –eran muchos menos que ahora- se concentraban en el Teatro Viejo, donde había un pequeño escenario que se aprovechaba con este fin.
 “Era una muestra más simple, más íntima, para los alumnos y sus apoderados”, relata.  Lo que se hace ahora –explica- es un reflejo de la evolución que han tenido los talleres, que responden a nuevas tendencias en danza, incorporando nuevos ritmos y que –dice- tiene que ver con un mayor dinamismo cultural que existe a nivel global, del que los jóvenes conocen a través de distintos medios y del que quieren ser parte.
“Así, los estudiantes comienzan a demandar nuevos cursos  y nosotros vamos viendo las posibilidades de insertarlos dentro de la malla de actividades extra programáticas y satisfacer esas demandas… los espacios a veces no son suficientes para poder hacer todo lo que se quisiera, por eso tratamos de equilibrar (distintas manifestaciones) entre semestres”, señala Antonio Cortés.
También parte de este crecimiento es la incorporación de un público extrauniversitario. De hecho, cuenta Cortés, este año vino una delegación de 25 niños integrantes del grupo folclórico Rayün Perün, de Arauco, que pidió expresamente asistir a la velada,  “pero no son sólo ellos, vienen con los papás y algunos familiares”.
Cortés destaca, por otro lado, las mejoras que han tenido en relación a los elementos técnicos que acompañan las presentaciones que, afirma, permiten dar un buen soporte al trabajo de los jóvenes, que son el centro de la actividad.
“Esta es una fiesta de los estudiantes y lo importante de esto es cómo ellos asumen esta responsabilidad: lo hacen con tanto entusiasmo que ensayan una y otra vez,  preparan su vestuario, se preocupan de su maquillaje. Todo es como un ritual. Creo que es importante cómo influye en su autoestima verse en el escenario y nosotros estamos también mejor preparados, para que se sientan apoyados y entregarles algo que sea digno de ellos”.
Todo esto, agrega, se inserta en un objetivo institucional fundamental, que es promover la formación integral de los estudiantes. “Que 200 estudiantes estén un día en el mismo propósito, apoyándose todos, trabajando juntos, respetando sus espacios, es algo que hace a un buen profesional y creo que quienes estamos en las Actividades Deportivas y Extraprogramáticas estamos cumpliendo un papel importante en ese objetivo”.
La espera
Con expectación esperaban los estudiantes, el momento de subir el escenario.  El estudiante de Kinesiología Alexis Echeverría, recuerda que se integró al taller de salsa "porque mi polola me pilló volando bajo, yo no bailaba nada. Hace 2 años vinimos a ver las presentaciones que se hacen a final de semestre y ahí me quedó gustando el tema”, cuenta. A pesar de que su carrera es muy demandante, se esfuerza por coordinar sus actividades académicas con las del taller.  “Es cosa de organizarse para que el tiempo alcance para todo”, dice.
Lo bueno, agrega, es que ha aprendido mucho del manejo corporal, y eso “es algo que se desarrolla muy bien y que me ha servido para el trabajo. Nosotros hacemos prescripción de ejercicios y es útil aprender a controlar el cuerpo para poder enseñar bien al paciente cuando indicamos algún tipo de ejercicio. Aparte, sirve para mantener un buen estado físico para el trabajo, que es bien demandante físicamente, y para controlar el estrés”.
Más tiempo requiere Tiare Vigueras, de Trabajo Social, quien además de ser parte de Bafudec, integra los talleres de salsa y de danza del vientre. “Con entusiasmo y si se quiere siempre se puede”, cuenta esta joven, que se reconoce una amante de la danza y que afirma que la Universidad otorga los mejores espacios para que los estudiantes puedan desarrollar sus intereses.
Dice que  los momentos de preparación de las presentaciones se viven con “una energía muy especial. Nos apoyamos todos con todos, tratando de que todo salga lo mejor posible”.
Por su parte, Miguel Angel Figueroa, de Medicina, afirma que en los talleres “entregan un espacio para poder dedicar un poco de tiempo a eso que te gusta tanto y además entregan herramientas, al menos en danza moderna, en cuanto a la técnica, para poder desarrollar este tipo de arte”.
Reconoce que a veces se hace difícil compatibilizar los tiempos para asistir a los talleres, pero –señala- que “es una actividad como todas las otras, uno asume un compromiso, más que con uno mismo,  con el resto de los compañeros, entonces hay que hacerse el tiempo en el estudio”.