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Rafael Benguria en la UdeC, la ardiente gloria del oficio

Un invitado de lujo tuvo el Departamento de Ingeniería Eléctrica, en el inicio de una nueva temporada de los Jueves Culturales, actividad que busca a acercar a sus  estudiantes al conocimiento en áreas distintas a las de la propia especialidad, contribuyendo así a una formación integral.

El Premio Nacional de Ciencias Exactas 2005, Rafael Benguria, llegó ayer a la Universidad para inaugurar la sexta versión del programa cultural, con su conferencia En el centenario del átomo de Rutherdorf: historia y perspectivas de la física atómica.

En una ilustrada exposición, matizada con anécdotas, el ingeniero civil eléctrico y  especialista en física atravesó diversos períodos de la historia en la búsqueda de los personajes que, a lo largo del tiempo y desde distintos ámbitos de la ciencia, aportaron al conocimiento de las propiedades físicas y químicas del átomo, antes de que  Ernest Rutherford estableciera su modelo atómico, el típico dibujo del núcleo rodeado de electrones  que –dice- “conocemos desde niños”.

El doctor Benguria cuenta que inició esta conferencia a partir de 2005, en el Año de la Física, con el fin de estimular el interés de los niños por la ciencia, en general, y la física en particular.  Con el tiempo, agrega, la exposición ha ido creciendo y ya es parte de un proyecto de un libro sobre el átomo que está elaborando y que, adelanta, será entregado en las escuelas.

Tras la conferencia, el académico de la Pontifica Universidad Católica de Chile se dio tiempo para conversar también de aspectos específicos de la física, área a la que llegó luego de su formación como ingeniero, influido por amigos que estudiaban esa disciplina.

“Yo  caí en la trampa y la verdad es que no es muy distinto. Toda la matemática y la física que había estudiado para ingeniería eléctrica me sirvió;  tuve que tomar unos pocos cursos extras. Además yo había estudiado control automático y en esto tuve que estudiar un montón de matemática extra, más allá de los típicos  ingenieros, y todo eso me sirvió después en la carrera de física, así que fue una transición súper suave, natural”, recuerda.

Orgulloso de sus dos formaciones –dice que ingeniería y física son casi hermanas- no le resulta fácil responder qué es lo que le gusta más de una u otra. “A mí me gusta cruzar fronteras, de hecho he publicado en revistas de biología, química, matemática y física. No soy muy encasillado y me gusta hablar  lenguajes diversos. La gracia de conocer lenguajes distintos es que uno puede tener mundos más amplios”.

Dice que se considera atípico en muchas cosas, como en su opinión respecto a la formación en física a nivel escolar, donde no cree que existan tantas debilidades como se piensa. Además  -agrega- la gente tiende a desesperarse con el tema de la educación.

“Ahora hay mejores alumnos que en mi época. A pesar de la crisis en educación, de los problemas que realmente existen, la cantidad de alumnos sobresalientes en distintas disciplinas es mucho más grande que en mi época, lo que  pasa es que la población y la cobertura ha aumentado y es casi un teorema que si aumento mucho la cobertura la calidad promedio tal vez no es lo que uno desearía”.

Con todo, piensa que las cosas están mejor de lo que eran en los tiempos en que él estudiaba, “entonces puedo morir contento… Obviamente tenemos que mejorar problemas de educación, pero tengo que decir que hay gente muy buena”.

El doctor Benguria explica que la física es una ciencia que está en construcción permanente, lo que grafica diciendo que es como cuando se abre una fotografía en el computador: al principio se ve pixelada, borrosa y luego  se hace más nítida, más fina.

“La física es muy consultiva, las bases de ahora  son las mismas que antes y se va haciendo cada vez más sofisticada, se va armando una estructura, pero no se destruye nada. Newton sigue siendo tan válido ahora como hace 300 años, y eso es muy atrayente porque no es que todo cambie todo el tiempo, vamos mejorando rápidamente pero sobre una base muy sólida”.

Por lo mismo, piensa que la física seguirá cambiando al mundo como lo ha hecho anteriormente. “Muchas veces, en  muchos periodos de la historia, la gente ha dicho ya está todo explicado; incluso en el siglo XIX la gente decía ya resolvimos los problemas y ahora todo es ingeniería, aplicar todos estos conceptos. Y no es cierto hay muchas más cosas que no conocemos de lo que conocemos, para la cabeza piensa que sabemos muchas cosas. La verdad es que no sabemos nada (lo dice en voz baja, como si hablara de un secreto)”.

Entonces se imagina la posibilidad de resucitar 500 años después de muerto para ver todos los avances que se producen en este período.

“Por eso yo creo que la actitud del científico, del que se dedica a enseñar, debe ser súper humilde porque si pensamos en lo que van a saber en 500 años más me van a encontrar un bruto total. Y hay que ser realista porque hay que pensar que lo que se sabía hace 50 años es mucho menor de lo que se conoce ahora, pero era gente súper inteligente que estaba dedicada con mucho cariño a lo que hacía,  pero hay que ser súper humildes”.

-Con lo que todavía se requiere saber, queda mucho espacio para nuevos premios nacionales o nuevos nobeles…

-Los premios no son importantes. Uno no debiera hacer las cosas por los premios. Lo más importante es estar orgulloso de lo que uno hace, no en el sentido malo de la palabra;  en el sentido apreciar lo que uno hace y tratar de hacerlo de la mejor manera posible. Yo mencioné en la conferencia a un matemático de "entre guerra". A él  le encantaba un poema de Mallarmé, una elegía, que en una parte dice “no hay como la gloria ardiente del oficio”.

Es importante que cada uno, en cualquier trabajo que haga, se sienta orgulloso de lo que hace y que lo trate de hacer de la mejor manera posible y no por premios. Si todos hiciéramos eso sería fantástico y todo el mundo se sentiría contento. Más que premios hay que sentir la gloria ardiente del oficio.

-¿Orgulloso de su oficio?
-Sí, orgulloso,  me gusta lo que hago.