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Homenaje a José Marileo: La importancia de la sabiduría de la gente del mar

Mientras las discusiones que buscan establecer responsabilidades sobre las fallas de los sistemas de emergencia la madrugada del 27 de febrero suben de tono, personas que vivieron el tsunami en Dichato, como el encargado de la Estación de Biología de la Universidad,  José Marileo, dejan en claro que la experiencia de la gente del mar es una importante fuente de sabiduría.
Esa es, a su juicio, la única razón por la que el tsunami no cobró más víctimas en Dichato.
El día del terremoto, don José, quien hoy fue objeto de un homenaje que se le rindió en el Departamento de Oceanografía de la UdeC, con motivo de haber cumplido 30 años al servicio de la Universidad, relata que la madrugada del 27/F él  se encontraba en la Estación, junto a su esposa Martita Monsalve, además de un estudiante colombiano, que dormía en la casa de huéspedes situada en dicha unidad universitaria.
“El movimiento fue terrible”, recuerda, señalando que afortunadamente no perdió la calma, porque su mayor preocupación era sacar a su esposa, que sufre una discapacidad, de la casa, para llevarla hasta el cerro en el camino a Pingueral.
Don José cuenta que para todos era obvio que después de ese gran temblor “tenía que venir algo más atrás”. La gente del lugar sabe de eso, porque tiene la experiencia del maremoto  en 1960, agrega. “Mi señora vivió el terremoto del 60 acá (en Dichato), tenía una experiencia más adecuada que la mía y sabía que algo podía pasar”.
Pero no es todo. Señala que con sus  30 años de trabajo en la Estación de Biología Marina y el contacto con los docentes e investigadores, queda “algo de base” como para pensar que venía algo más, por lo que para él no había más alternativa que llegar a un sitio de altura.
Cuenta que antes de abandonar el lugar miró hacia el muelle y vio el extraño movimiento de las olas.  Dice que tuvo la fortuna de contar con la ayuda de un vecino que los llevó en auto en dirección al centro. “Cuando pasamos por el puente había algo como un remolino... por ahí entró (más tarde)  la primera ola”.
Si bien no puede situar las horas exactas de los hechos, se acuerda perfectamente de que por ese sector había un carabinero que aseguraba a la gente que iba hacia los cerros  que no había alerta de tsunami y que podía regresar tranquila a sus casas.
Aquí es donde don José recalca el valor de los conocimientos de la gente del mar.  “Si le hacemos caso hubiera pasado cualquier cosa”.  Además, dice, la persona que conducía el auto había sido marino y sabía que lo mejor era protegerse.
Desde el cerro, junto a su familia y otros lugareños, observó el espectáculo de las olas arrasando el poblado.  “La primera ola entró hasta el puente, después el mar empezó a recogerse. El ruido era infernal. La ola grande que veía del norte venía llena de cosas, palos, animales, trozos de las casas que vino arrastrando de la costa”.
Dice que no sintió miedo, sino algo de temor, el temor necesario para buscar salvar su vida y la de su familia y por ello le produce una profunda pena la muerte de algunos conocidos, “gente que estaba durmiendo y que prácticamente no se dio cuenta de nada”. Otros, señala, “volvieron a sus casas después de la primera ola, pensando que iba a ser igual que el 60, con una sola ola”.
También recuerda que la mayoría de las personas, en esos momentos, no sabían nada de lo que pasaba ni si hubo o no alerta oficial de tsunami. “Estábamos en el cerro, no teníamos radio, no había comunicación. No supimos nada hasta el otro día”.
Con todo lo que significó el tsunami, don José apenas pudo regresó a lo que quedó de la Estación de Biología Marina –una gran pérdida para la UdeC- para cuidar lo poco que se pudo salvar de las olas.  Universitario comprometido, reconoce que ver la estación destruida ha sido uno  de los dolores más grandes que le ha tocado vivir en su trayectoria laboral.
“Todavía duele”, dice, pero como buen dichatino –lo es por adopción, pues es originario de Chillán- ve con esperanza la reconstrucción del balneario, pero siempre con la claridad que tienen quienes conocen el mar:  “es medio traicionero, se pone mañoso cuando se enoja, y por eso hay que estar preparado”.
Homenaje en oceanografía

El tsunami es quizá la experiencia más fuerte que don José ha vivido en la Estación de Dichato. Pero hay unas mejores: detrás de este hombre amable y sencillo se cruzan historias de varios cientos de personas que en su trabajo (profesores y científicos)  o su proceso formativo (estudiantes de pre y posgrado)  han pasado por ese lugar.

Varios de ellos se reunieron esta mañana en el Departamento de Oceanografía para homenajearlo por sus 30 años de trabajo; un encuentro emotivo,  cargado de cariño, al que llegó de sorpresa.  

Para todos, un reconocimiento más que merecido.

“José es la persona que ha estado a cargo de la estación en terreno, ha vivido ahí, ha conocido muchas generaciones de estudiantes de pre y posgrado,  que han  pasado por la estación, además ha compartido con académicos  que ya ni siquiera están, otros que  lo conocemos cuando fuimos  estudiantes. Es una persona que ha sido intachable 100% con una disposición difícil de encontrar y un ser humano a toda prueba”, señala el director de la Estación, el doctor Rubén Escribano.

Más que más que reconocerlo como funcionario, aclara el académico, la idea del homenaje es “mostrarle el tremendo aprecio que le tenemos...para nosotros es importantísimo hacérselo saber”.

El director del departamento de Oceanografía, Marcus Sobarzo, señala que José ha sido compañero permanente del desarrollo de la biología marina, desde los inicios de la Estación. El –cuenta-  llegó a la dependencia universitaria en 1978 (en sus inicios), como trabajador municipal del Plan de Empleo Mínimo (PEM), para realizar excavaciones en el lugar y se incorporó a la planta en 1982, luego de la muerte del primer cuidador.

“Nos ha acompañado en el cuidado de la Estación, dando apoyo a las actividades de terreno, en el mantenimiento de lo que era la antigua Estación; es la persona que ha estado  siempre presente…siempre al pie del cañón para colaborar en el desarrollo del Departamento y hacer más llevadero el trabajo en Dichato”, dijo.

Para el biólogo marino de la UdeC y estudiante de doctorado, Juan Santibáñez este homenaje se “queda corto”.  “Don  José, en sus 30 años de servicio, ha brindado un apoyo fundamental a la investigación local. Todos acá tenemos historias propias, de distinta índole, con José Marileo, y eso habla de su capacidad humana y del tremendo potencial que tiene para conocerte, recordar tu nombre y generar vínculos”, señaló.

Además del saludo de quienes lo acompañaron en la ceremonia, don José recibió el saludo de más de un centenar de personas que han compartido con él en estos 30 años, en un libro especial con fotografías y mensajes llegados incluso del extranjero.

Serio a ratos y emocionado en otros, don José recibía el homenaje, inesperado para él, quien se reconoce un privilegiado “por todo el cariño recibido” a lo largo de su vida laboral o y un orgulloso miembro de la familia universitaria.