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La fabulosa pluma del dibujante de botánica de la UdeC

Línea a línea, punto por punto, de manera precisa, paciente y cuidadosa. Así elabora sus figuras el dibujante científico-botánico de la facultad de Ciencias Naturales y Oceanográficas, Pedro Arias.
Fue en los '80 cuando se inició en este oficio que apoya el trabajo de los investigadores, a través de la ilustración de las plantas que ellos estudian y que acompañan sus publicaciones.
Estaba a punto de terminar su carrera como técnico en construcción con mención en arquitectura –dibujaba bastante en este tiempo- cuando supo de un llamado para un puesto en el departamento de Botánica. “Aquí siempre hubo dibujantes científicos”, relata hoy. Se presentó para probar suerte y quedó: “a la semana me di cuenta que éste  era un mundo realmente fantástico”.
Sin formación en botánica, comenzó su instrucción en el Departamento con quien reconoce como su maestro, el también dibujante científico, Nelson Moya. El le explicó las claves de este trabajo que requiere de mucha observación y un alto nivel de detalle. “Antes de dibujar una planta hay que estudiarla con mucha atención. Si tengo una hoja, tengo que ver si es ovalada,  cómo son sus dientecitos, cuántas nervaduras tiene y otros detalles, más las observaciones de los investigadores que te van diciendo ‘fíjate en  esto'… uno mismo se va formando dentro de un equipo de trabajo”
Con todos estos años y la innumerable cantidad de dibujos, “como decíamos con mi maestro, entre nosotros, hemos dado la vuelta a la tierra moviendo punto por punto y línea por línea”.
En su tablero de dibujo hay una gran lupa de mano, así como una electrónica, distintos tipos de lápices, papel diamante, hojas milimetradas, gomas, fichas de plantas disecadas y varias ilustraciones con sus versiones en borrador (a lápiz mina) y finales, hechas con tinta. Todos, dibujos en blanco y negro, realizado con delicados trazos.
Pedro Arias disfruta lo que hace y dice que lo relaja, pero que hay momentos “en que uno no está en armonía con el trabajo” y las cosas andan más lentas, como aquellas ocasiones en que lo encomendado parece muy complejo: "uno observa, observa y observa, hasta que de repente le encuentra el lado para empezar”.
Cada vez que va a dibujar una planta parte por hacer un borrador, una planilla, “a lápiz mina, que puede ser de una punta 0.3 hasta llegar a uno  0.5, y cuando uno está seguro de lo que realmente quiere, se puede empezar a trabajar a tinta en papel diamante”, explica.
De los investigadores recibe las carpetas con las fichas de plantas disecadas y él elige el ejemplar que más le gusta y que le despierta la inspiración. Después vienen las miles de observaciones que realiza bajo la lupa de mano o electrónica, consiguiendo ampliar detalles que no se pueden captar a simple vista. “Son plantas que están aplastadas, pegadas,  entonces uno tiene que darle vida, hay que mostrarlas como si estuvieran recién cortadas, dejarlas en el dibujo en tres dimensiones”.
Una vez hecho el borrador, se presentan los dibujos al investigador, que introduce correcciones si es necesario, para finalmente elegir el que será reproducido.  Pedro Arias cuenta que ver sus dibujos en los libros le produce no sólo satisfacción, sino que una gran felicidad y que, incluso, a veces, los encuentra tan buenos que duda que hayan salido de su pluma.
Aunque su fuerte son las plantas, en otros momentos también ha dibujado algas, hongos, insectos y microorganismos. Hoy está dedicado exclusivamente a la Nueva Flora de Chile, proyecto que se iniciara en la década de los 90, bajo la conducción del doctor Roberto Rodríguez.
Amante de la Universidad –de pequeño la miraba a diario, pues vivía a sólo una cuadra- piensa que éste es un lugar inmejorable para trabajar, por el ambiente, las relaciones personales, los beneficios que otorga y las posibilidades de aprender.  Además –recalca- con la presencia permanente de la juventud “parece que uno no envejece”.
En el anecdotario de su vida como dibujante está el episodio en que fue expulsado de la sala en una clase de artes plásticas porque su profesor encontró pésimo uno de sus trabajos, diciéndole que no servía para el dibujo. “Me cayó un poco mal, pero no me desanimé. Al final, pienso que los talentos se descubren cuando se presenta la oportunidad, ahí es cuando surgen, es como si explotaran”.