Por Ximena Gauché Marchetti
Abogada. Doctora en Derecho
Profesora Asociada de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales
Directora del Programa Interdisciplinario sobre Protección Integral de la Infancia y la Adolescencia
Universidad de Concepción
xgauche@udec.cl
Se ha hecho costumbre para los chilenos y chilenas que en agosto celebremos el “Día del niño”. La que parece casi ya una “tradición nacional” de día domingo en el mes de los gatos, está marcada por las campañas publicitarias de tiendas y productos que invitan a regalar lo mejor: juguetes, consolas, linda ropa o hermosos paseos, y nos muestran imágenes de niños, niñas y adolescentes felices y sonrientes porque así tiene que ser su mundo: uno de alegría y de juegos.
Sin embargo pocos se acuerdan, a propósito de esta celebración – que, por cierto, repiten muchos países en distintas fechas–, que hay miles de niños, niñas y adolescentes en el mundo y en Chile para quienes no hay “Día del niño”, ni juguetes, consolas, ropa o paseos. Es la infancia que vive en medio de los graves conflictos internacionales y la de la mayor vulnerabilidad en nuestro país.
Los niños de los más graves conflictos son los que están en Gaza, sufriendo las consecuencias de un conflicto histórico-religioso que parece no dar tregua ni menos terminar; en Siria, pasando casi al olvido porque la prensa ha puesto sus intereses en otros conflictos que generan más impacto en la opinión pública; en África Occidental, viendo como el ébola destruye familias y mata profesionales sin que los grandes laboratorios se jueguen sus recursos por intentar avanzar en la cura. Sólo en Gaza y a raíz del actual conflicto, han fallecido más de 400 niños, hay más de 2 mil 500 heridos y 370 mil necesitan ayudan psicológica, según cifras aportadas por UNICEF.
Los niños más vulnerables de este país, en tanto, son los más pobres, los niños indígenas, los que viven con alguna capacidad diferente y los que viven desde la diversidad sexual, para muchos de los cuales este “Día del niño” pasa por el lado, sin que veamos en ellos las sonrisas que deberían marcar éste y cada uno sus días.
Todos ellos necesitan también su “Día del niño”, pero no uno de juguetes, consolas, ropa o paseos. Uno en que puedan levantarse cada mañana viviendo sus derechos y sabiendo que serán respetados y que los pueden exigir, con la fuerza de sus voces en crecimiento, al mundo adulto que a veces se concentra en mil temas pero no verdaderamente en sus demandas.
El derecho a la vida; a vivir en paz; a ser sujetos de protección especial; a no participar de forma alguna en una guerra o conflicto interno o internacional; a no ser maltratados ni discriminados; a la salud; a la alimentación; a la educación; a su lengua, sus tradiciones y a su identidad cultural; a su identidad sexual o de género; y, por cierto, a descansar y jugar.
El “Día del niño” en Chile –celebrado en el mismo mes en que el país conmemora que ratificó la Convención de Derechos del Niño que en este 2014 cumple sus 25 años de vida- parece un buen momento para recordar a estos niños olvidados. A ellos y sus derechos incumplidos. Allá lejos y acá muy cerca.