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Perfiles UdeC: Víctor Ariel Gallardo, el científico y el mar

Hoy comenzaremos a mostrar el perfil de una serie de profesores e investigadores de la Universidad de Concepción, con el afán de destacar el importante –y habitualmente silencioso- trabajo que realizan en bien de la Ciencia, el Arte y la Cultura, no sólo desde la perspectiva académica, sino también intentando escudriñar en sus historias, sus pasiones y sus pensamientos. 
Cuando era un niño, el máximo horizonte que atisbaba el hoy reconocido científico de la UdeC Víctor Ariel Gallardo era convertirse en un profesor rural. Difícilmente, mientras corría feliz por los campos de la localidad de Chamiza (cerca de Puerto Montt) se habría imaginado que décadas más tarde la ciencia y la academia lo llevarían a conocer, estudiar y trabajar en países tan disímiles como Estados Unidos, Vietnam o Dinamarca. Mucho menos, se habría imaginado que algún día navegaría por las aguas de las Galápagos junto a Craig Venter, el creador del genoma humano, que se sumergiría en medio de los hielos furiosos de la Antártica, que descubriría el ser vivo más antiguo del que se tiene conocimiento (la bacteria gigante procariota) o que formaría parte de un proyecto de investigación que implicó más de 600 millones de dólares.
Según relata en su oficina del Departamento de Oceanografía de la UdeC, flanqueado por su infaltable microscopio (se enorgullece de calificarse de microscopista), un enorme póster de la película Oceans y varios laptops, su pasión por la naturaleza se despertó precisamente en Chamiza, donde aprendió a convivir en pleno con los sapitos de Darwin, los tordos, los zorzales, las loicas y la fabulosa vegetación del sur de Chile, todo lo cual era un verdadero tesoro para un niño de cinco años.
Luego se enamoró del agua, gracias a un tío que era capitán del vapor Santa Rosa, que por aquel entonces cruzaba imponente el Lago Llanquihue desde el embarcadero de Puerto Varas, hasta localidades de ensueño como Puerto Octay, Cascadas o Ensenada.  Aún siendo un niño, el padre del Dr. Gallardo, un profesor rural, decidió emigrar a Tomé buscando no sólo un mejor horizonte como docente del liceo de esa comuna, sino también para cumplir su sueño de toda la vida, que era dedicarse a la música (tras varios años de viajar, finalmente logró titularse en Santiago de profesor de Estado en Música).
Otras dos pasiones
Fue en Tomé donde el pequeño Víctor Ariel Gallardo, a sus 11 años, cayó rendido ante dos nuevas pasiones. La primera de ellas fue el mar y la segunda la microscopía.
?Descubrí que en el liceo había un microscopio, que me fascinó, pues antes había leído algo acerca de ellos. En el verano lo pedí prestado y para mi asombro accedieron, y así fue como tomé muestras de pozas de agua, que comencé a analizar. Ahí fue cuando vi protozoos, por primera vez en mi vida. Aún recuerdo el impacto que me produjo no sólo verlos, sino darme cuenta de que ese minúsculo organismo, que parecía tan simple, podía sentir algo semejante al temor, pues cuando la gota de agua en que se encontraba se comenzó a secar, me di cuenta de que percibía que ello estaba ocurriendo y que buscaba una salida. Ello fue un poderoso estímulo para mi curiosidad.
A los 13 años ingresó a la Escuela Normal de Chillán y allí pudo cultivar con mucha pasión el violín, al punto que por mucho tiempo estuvo pensando en dedicarse a la música. No obstante, cuando egresó, seis años después, relata que tenía una gran incertidumbre y lo único que veía en el horizonte era la posibilidad de ser profesor rural, hasta que se encontró ?en Tomé? con algunos amigos que estaban estudiando para dar un extraño examen que él no conocía: el bachillerato.
Admite que sabía muy poco de la universidad, pero que tras averiguar un poco, se preparó también e ingresó a estudiar Pedagogía en Biología y Química a la UdeC, momento en que el mundo comenzó a tomar un nuevo sentido.
Un mundo desconocido
Era 1954 y junto con sus nuevos estudios, el ahora Dr. Gallardo se integró de inmediato al Conjunto de Música de Cámara de Concepción, que ?recuerda? posteriormente daría nacimiento a la actual Orquesta Sinfónica de la Universidad de Concepción. Sin embargo, el mundo de la Biología comenzó a ganarle la partida a la música.
?Me fascinaron las salidas a terreno en zoología, los viajes –por ejemplo- a la zona de la desembocadura en búsqueda de especies. Recuerdo uno de ellos en que encontré una especie de insecto, un apterygota, que el profesor no conocía. Durante un buen tiempo consideré dedicarme a la entomología, junto al profesor Jorge Artigas, pero en el verano del 55 al 56 me llamó un día a su oficina el Dr. Ottmar Wilhelm, quien me explicó que llegaría muy pronto un profesor belga, André Hulot, quien venía enviado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), con el fin de desarrollar la Biología Marina en la Universidad. El Dr. Wilhelm me dijo que Hulot necesitaría un ayudante y que ese podría ser yo, ad honorem, además. Yo por supuesto dije de inmediato que sí, aunque no sabía lo que significaba ad honorem, ja? relata sonriendo.
El dinero, al final, fue lo de menos. Hulot se convirtió en un mentor para Gallardo, y junto a él y otros alumnos comenzaron a recorrer todos los entes relacionados al mar en la zona, como la Armada, las pesqueras, las caletas e incluso la –en ese tiempo existente- ballenera de Chome. Empezaron también a realizar las primeras mediciones con instrumentos en la bahía de Concepción, así como observaciones de plancton y zooplancton (a 600 mts. de profundidad) con ecosonda.
Finalmente llegó la oportunidad que el niño que corría por los campos de Chamiza jamás se habría imaginado: había una beca para a estudiar en Europa. Hulot propuso que se enviara a Gallardo y así fue como este viajó a Dinamarca, donde estudió con el famoso profesor Gunar Thorson. El viaje inicialmente era de un año, pero Gallardo sólo regresó tres años después. La razón fue que mientras estaba en Dinamarca lo invitaron a una expedición destinada a investigar la vida de los fondos marinos tropicales en Vietnam, donde pasó 12 meses recogiendo muestras. Luego regresó a Europa, donde estuvo otro año procesándolas.
En 1961 volvió a Concepción, pero sólo permaneció en ella dos años, pues en 1963 ?becado por Unesco? partió a Los Angeles (California) a cursar su doctorado, que demoró menos que lo habitual, debido a que todo el trabajo de campo ya lo tenía hecho, gracias a lo que había recolectado en Vietnam.
A su segundo regreso a Concepción comenzó a trabajar junto a otros docentes en la creación del Departamento de Biología Marina y Oceanografía, el que se concretó en octubre de 1971, asumiendo él como director. Poco antes del golpe de Estado, el profesor Gallardo estaba listo para salir nuevamente a estudiar (esta vez a la Universidad de Rhode Island) pero los acontecimientos políticos atrasaron unos días su vuelo. No obstante, finalmente logró llegar allá y cursar un máster y, luego, un posdoctorado.
Ciencia y UdeC
Se necesitaría un libro bastante voluminoso para relatar en toda su extensión el trabajo académico de Víctor Ariel Gallardo y dar cuenta así de su papel en el proyecto Mar-Chile II, de su participación en la creación del centro COPAS de la UdeC, de todos los lugares del mundo que ha recorrido explorando, estudiando o sumergiéndose; de los premios que ha recibido (entre ellos el Cosmos 2011, por su papel en el Census of Marine Life, un proyecto de más de 600 millones de dólares que catalogó casi todas las especies de los océanos), de las cosas que ha descubierto (como las bacterias gigantes que tapizan el fondo marino de Chile) y de sus publicaciones.
Incansable, hoy en día –a sus 78 años- se apresta a partir a un nuevo viaje, esta vez a Taiwán, y a su regreso comenzará a afinar el proyecto que ahora lo apasiona, que es crear un Censo de la Vida Marina en Chile, todo lo cual gira en torno a dos ejes que para él han sido fundamentales en su vida, la Ciencia y la Universidad de Concepción, que él mismo explica en este breve video: