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El aborto, una visión desde las Humanidades

En medio de la polémica política relativa a la idea de discutir en el Parlamento una legislación que regule el aborto para situaciones extremas (como los embarazos que ponen en riesgo la vida de la madre), la directora del departamento de Filosofía de la UdeC, Claudia Muñoz, asegura que -desde la mirada de las Humanidades- “la vida de una persona no puede depender de los compromisos de conciencia particulares, que pueden ser muy disímiles y variados. Una legislación es un marco independiente de los prejuicios personales y de las creencias individuales. La cuestión ciertamente es más compleja, pero es, desde todo punto de vista, razonable que las decisiones de tal importancia tengan un fundamento común e independiente”.
A juicio de la académica, el debate en torno a esta legislación debiera considerar el respeto por el otro, el valor de la vida y la compasión, lo que –dice- supone la capacidad humana de entender lo que el otro piensa o siente y de experimentarlo como propio.
Sabiendo que uno de estos elementos, el valor de la vida, es también parte de los fundamentos éticos que esgrimen quienes se oponen al aborto terapéutico, Claudia Muñoz señala que en este punto es necesario aclarar qué se entiende por valorar la vida o ser un ciudadano pro vida: “si eres pro vida,  entonces se supone que deberías promover conductas que la favorezcan, la beneficien o la salven y,  más todavía, conductas que promuevan una vida en condiciones dignas, médica, sicológica y socialmente”, dice.
Las proyecciones de la discusión, en las que ha comenzado aparecer otras aristas del aborto, como el eugenésico, cuando hay incompatibilidad del embrión con la vida o malformaciones que no necesariamente conllevan la muerte, han sido llevadas por algunos sectores al terreno de un dilema moral, pero para esta académica,  este tipo de conflicto es algo meramente personal, pues asegura que "la decisión la tomas dependiendo de tu experiencia vital, de tus propias convicciones, concepciones filosóficas y creencias acerca de lo que sea la vida y su valor”.
Según explica, decidir en una situación de dilema moral supone que cada persona se enfrente a lo que es y reconocer, por ejemplo, si es capaz de afrontar la responsabilidad de asumir el cuidado de un niño con problemas o, en caso de no tener a ese hijo, reconocer si tendrá la fuerza de vivir con esa  decisión, en el caso de que ésta contravenga las propias convicciones morales.
Otra cosa, agrega, es lo que se legisle. Muñoz cree que si hace esto, no se considera que debiera existir  un sistema que ofrezca alternativas, claras y factibles, al aborto: "cuando te embriagas y provocas un accidente en el que alguien inocente muere, eres responsable y tienes que hacerte cargo, pero tú no eres responsable de las alteraciones genéticas. La responsabilidad en este último caso tendría que fundamentarse y me parece que cuando se intenta hacerlo, se recurre usualmente a creencias de un grupo que no se puede fundamentar universalmente sin pasar por encima de otras creencias y perspectivas. El derecho a la vida, la igualdad, la tolerancia, entre otras, son ideas morales, por lo tanto no encontraremos nunca un fundamento definitivo en la experiencia o en la ciencia”.
El dilema y las posibilidades
La académica se muestra a favor de la idea de que esto se trata de un tema que depende estrictamente de la mujer, con todos los elementos racionales que suponen estas decisiones, aunque reconoce que también habrá quienes lo tomarán con más liviandad, “pero esto no es argumento para que otros tomen decisiones  por nosotras. Si una mujer se encuentra en el dilema es porque se enfrenta a dos posibilidades de acción fundadas en convicciones o valores contradictorios. Puede ocurrir, por ejemplo, que una mujer se identifique con la convicción contraria al aborto, pero se sienta incapaz de asumir las consecuencias de continuar con el embarazo, aunque el dilema también puede producirse  en mujeres que defienden firmemente el aborto, pues no es lo mismo pensar en una situación hipotética que encontrarse efectivamente en ella”.
A su juicio, poner límites punitivos “empeora las cosas y contradice además fines educativos tan apreciados como los de formar individuos autónomos y responsables”. Por otro lado, señala, "dejar ser", sin entregar información o guía, conlleva el riesgo de producir individuos  que no se comprometen o que no hacen diferencias en su forma de actuar.
“En otras palabras, de acuerdo en que la decisión es nuestra, pero también en contra de que no se hable libremente del tema cada día y en la enseñanza formal: deja decidir, pero proporcionar las herramientas que ayuden a hacerlo… y agrego, promover efectivamente conductas sexuales que aminoren la cantidad de embarazos no deseados”.
Asumir los temas controvertidos
Aunque considera que ésta es una materia que atañe a las mujeres, el docente de Historia UdeC y columnista de El Mostrador, Danny Monsalvez, piensa que el debate actual es “importante y necesario”, sobre todo para la construcción de una sociedad deliberativa y una democracia participativa o “conflictual”;  es decir, que asume los temas controvertidos y no teme debatirlos pública y abiertamente. Sin embargo, advierte, hay una distancia entre los temas y el debate que se da a nivel de la clase política y en el nivel ciudadano: “existe una desconexión en cuanto los intereses de la población y quienes gobiernan y legislan”, con el agregado de las asimetrías en el acceso a los espacios de discusión y difusión de ideas, especifica.
Para el académico -aunque las redes sociales aportan en algo- los canales a que puede optar la ciudadanía son acotados. “Generalmente los medios no dan cabida a las expresiones y manifestaciones de la sociedad civil, sino más bien se centran en lo que debate u opina algún integrante de la clase política (parlamentario, políticos, ministros), lo que muchas veces no refleja el pluralismo y la diversidad social”.

Para el profesor Monsálvez, ésta es una suerte de “batalla” en el ámbito cultural, que toca ideas, principios y convicciones; así como concepciones de sociedad y del tipo de personas que se quieren para ella, ideas de libertad y autodeterminación.  Sin embargo, agrega, hay una elite o sector más conservador, que dispone de mayor poder para hacer prevalecer su postura valórica y moral, junto a medios “que ayudan a consolidar su concepción del mundo y la sociedad, su hegemonía, su dirección ideológica en el plano cultural y moral”.
No es que haya una imposición -aclara- sino que una suerte de “persuasión”, de “consenso de masas”.  El investigador cita como ejemplo la columna del Presidente de la República en El Mercurio, en la que presenta su posición sobre el tema: "uno de los argumentos del Presidente para oponerse al aborto es el religioso, siendo que estamos en un supuesto Estado Laico. La máxima autoridad de Estado recurre a un argumento religioso para oponerse al aborto y además publica un texto inédito a través de un aparato ideológico como es El Mercurio, que en este punto comulga ideológicamente con el discurso de Sebastián Piñera”.
Sobre uno de los conceptos usados por el Presidente, el de "pro vida", el académico manifiesta que en esa idea hay un reduccionismo valórico o moral, porque pareciera poner al resto bajo el adjetivo de “pro-muerte”. “Ese reduccionismo o maniqueísmo, bien contra el mal,  me parece una forma engañosa de querer debatir ideas”, criticó.