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El aborto desde la medicina y la siquiatría

La sola posibilidad de discutir la idea de legislar sobre el aborto terapéutico abrió un encendido debate entre quienes consideran que este tipo de temas valóricos son prácticamente intocables y quienes, en una perspectiva más amplia, piensan que es necesario hacerse cargo de situaciones que son en extremo dolorosas para las mujeres.

Este es el tipo de materias que no dejan indiferente a nadie. Tanto así que hasta el propio Presidente de la República, aun antes que el senado decida sobre si se legislará o no (trámite que se aplazó para la próxima semana), ha fijado su posición de manera pública a través de una columna en El Mercurio.

Más allá de los aspectos propiamente médicos, el director del departamento de Obstetricia y Ginecología de la UdeC, Jorge Cabrera (en la fotografía), afirma que en un sistema democrático deben existir los espacios para este tipo de discusiones y “desde ese  punto de vista, creo  que nuestra democracia es incompleta porque no hemos sido capaces de ponernos de acuerdo  sobre un tema valórico esencial y que atañe fundamentalmente  a la mujer. Por eso creo que es bueno que se haya puesto en el tapete”.

A juicio de este académico es necesario que, antes de entrar de lleno en el debate, exista claridad sobre lo que es el aborto terapéutico, que explica es -por definición-, "la interrupción de un embarazo que está provocando un problema vital en la madre”.

Los dos casos que responden estrictamente a esta definición, agrega, son el embarazo ectópico –habitualmente tubárico- y aquel que presenta una infección del amnios (el líquido que rodea al embrión o al feto).

En el primer caso -dice- puede generarse una hemorragia importante por la rotura de la trompa (de Falopio), que va a poner en riego la vida de la madre “y por tanto hay que intervenir independientemente de que el embrión esté vivo o no”.  En el segundo, explica,  hay un problema infeccioso importante en la gestante, por lo cual  “en estos casos la primera indicación es evacuar el útero para preservar la vida de la madre”.

Sin embargo, algunos sectores han incorporado otro tipo de situaciones en el debate que ha precedido a la primera discusión en el Senado y que tienen que ver con el aborto eugenésico, en los que el producto  de la concepción es incompatible con la vida, como sucede con el feto anencéfalo (que no posee cerebro) o el  malformado múltiple.

“Desde el punto de vista médico, en este momento, no podemos  tener una solución para aquella mujer que desea la interrupción del embarazo”, señala Cabrera.  En este punto, el médico pone la atención en las consecuencias que puede acarrear este tipo de embarazo: “nosotros como médicos estamos preservando la salud de las personas y la salud de las personas es la salud física y sicológica;  por tanto, aquí hay un dolo por parte de la medicina respecto del problema de la salud mental cuando hay que decirle a una mujer, a las 14, 16 ó 20  semanas, que su feto es anencéfalo y que no podemos darle una solución”.

Es a este respecto, dice, donde se producen las diferencias: “uno debe tener claridad de que sin imponer absolutamente nada, va a haber un grupo de mujeres que aunque el feto o el embrión no tenga cerebro van a querer seguir con el embarazo y otro, seguramente mayoritario, que va a querer interrumpirlo y en ese momento nosotros quedamos atados de manos”.

Para el doctor Cabrera lo más importante es que “la sociedad es la que debe ponerse de acuerdo y no dejar que las minorías impongan este tipo de norma, incluso dejando fuera la opinión de las mujeres”, asevera.

Poniendo cifras sobre la mesa, el académico dice que en Chile hay unos 250 mil niños nacidos vivos al año y unos 150 mil abortos que, por la situación legal, son clandestinos, y “por lo tanto es una realidad concreta que amerita una buena legislación, porque la solución (ahora) va a estar en los niveles socioeconómicos más altos y el resto de la gente es la que tiene que llegar hasta el final de un embarazo no deseado, o intentar maniobras abortivas en condiciones que no son óptimas”.

Un destino perverso

Desde la Siquiatría, el doctor Benjamín Vicente cuenta lo difícil que puede ser para una mujer saber que el feto o el embrión es inviable y estar obligada a seguir el proceso: “continuar un embarazo que es incompatible con la vida no tiene sentido.  Hay mujeres que tienen que esperar el nacimiento con severas complicaciones siquiátricas, por el sufrimiento que significa terminar un embarazo (inviable) para hacer el duelo”.

Otro caso extremo que menciona el director del departamento de Siquiatría de la UdeC es el embarazo producto de una violación: "la mujer que ha sido violada y queda embarazada tiene el derecho a no seguir con un proceso que no inició, que no buscó, que no tiene sentido y que la va a perseguir el resto de su vida. Esto es una especie de destino perverso. Es algo que va a estar presente el resto de su vida, está obligada a vivir de manera permanente con el estresor”.

En general, explica el médico, los problemas en estos casos “parten con trastornos  adaptativos que fácilmente se estructuran en cuadros depresivos. Los cuadros son intensos y requieren de tratamiento, porque son cosas difíciles de  aceptar”.

A su juicio, desde el punto de vista de la salud mental es mejor una intervención previa (la interrupción del embarazo)  al duelo posterior: “es algo perverso (esperar el término del embarazo). Es como tener el cadáver de la madre en el living por 8 meses”, grafica.

Para el doctor Vicente las posiciones en éste –como todos los temas valóricos- “son opinables, porque en ellos están presentes los conceptos éticos, religiosos y filosóficos”; pero asevera que en este análisis cobra fuerza la postura relativa al lugar que ocupa el Estado en este debate, pues señala que este, así como el gobierno o "esta entelequia administrativa" tienen más poder que la propia mujer en sus decisiones: "lo que pide el Estado (terminar un embarazo inviable) no tiene lógica. La respuesta debe estar en las mujeres”, finaliza.