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Columna de opinión: “A propósito del Día de la Mujer, movimiento social y cambio”

Por Ximena Gauché Marchetti
Profesora Asociada
Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales
Universidad de Concepción

Inmersos en un sistema patriarcal, especialmente desigual en lo económico y heteronormativo en lo social e institucional, sus consecuencias negativas se dejan sentir en la vida de muchas personas sin que otras tengamos total conciencia de ello. Muchas mujeres y niñas están en este grupo. Se puede ver ello en la televisión, el cine o la música, en el humor, en los medios de comunicación, en el mundo laboral, en la educación, en la actividad pública de quienes nos dirigen, en nuestras conversaciones cotidianas.

El reciente Festival de Viña fue un ejemplo de lo que ocurre en lo cultural con los espectáculos y las letras musicales basadas en estereotipos de personas o con la elección de una reina. Antes, un regalo polémico de unos empresarios a un representante de gobierno puso en evidencia que lo que ofende a muchos, para otros no es más que la expresión de un feminismo grave y mal entendido. En otro ámbito, la persistencia de las diferencias de sueldo entre hombres y mujeres, la presencia de hogares vulnerables mayormente a cargo de mujeres, o la disparidad en cargos de decisión en el Gobierno, el Poder Judicial, las Fuerzas Armadas, las grandes empresas o las universidades, son una manifestación clara de cómo los efectos del sistema en que vivimos afectan mayormente a unas que a otros.

Para tener cifras que ilustren estas afirmaciones parece bueno leer la Encuesta Humanas de 2016, que indica que el 89,5% de las encuestadas cree que existe discriminación a mujeres en el trabajo; el 74,8% en el acceso a la justicia; el 73,9 % en su libertad sexual; el 70,6% en la política; y el 66,9% en los medios de comunicación. El 68,3%, en tanto, cree que en la vida las oportunidades no son iguales para hombres y mujeres (Fuente: Undécima Encuesta Nacional “Percepciones de las Mujeres sobre su situación y condiciones de vida en Chile 2016” Corporación Humanas).

Las feministas primero, y hoy los estudiosos de los nuevos enfoques de género, vienen planteando respuestas con miradas críticas que buscan explicar la realidad que impone el sistema que vivimos; visibilizar, problematizar y analizar sus dinámicas; develar los mecanismos institucionales que se traducen en la opresión que unos pueden ejercer sobre otras personas a partir de la desventaja social que el mismo sistema impone, y proponer nuevos abordajes para una transformación del modelo.

Pero para contribuir a visibilizar y cambiar no se necesita solo teoría, se necesita también acción colectiva. Como lo hacen miles de mujeres en el mundo que marchan pacíficamente por sus derechos: desde no ser violentadas hasta no ser censuradas en una playa por mostrar partes del cuerpo que ellos pueden libremente exhibir. Como lo hacen miles de mujeres que se resisten al “mijiteo” que busca denostar y les gusta usar falda corta sin que ello signifique que “ofrecen” su cuerpo. Como lo hacen miles de hombres para quienes la “nueva masculinidad” es la realidad que viven y exhiben orgullosos y felices: a cargo de las actividades domésticas del hogar común, mostrando su sensibilidad cuando creen que hay que hacerlo y disfrutando activamente el cuidado y crianza de hijos e hijas. Como lo hacen quienes no celebran un chiste sobre mujeres denigradas o que ridiculiza a personas homosexuales, indígenas, discapacitados o extranjeros. Como lo hacen quienes destacan a las mujeres en sus festivales, como el Ruidosa Fest en Chile, o el Barnasants de Barcelona, dedicado este 2017 al feminismo. Como lo hacen quienes reaccionan contra la violencia simbólica que se ejerce por grupos de poder cuando pretenden instruir sobre la autonomía reproductiva de los cuerpos de mujeres, sobre la identidad sexual de un ser humano o decir qué personas sí realmente pueden ser consideradas familia. Como lo hacen quienes creen de verdad que es grave el acoso a mujeres al interior de las Fuerzas Armadas, los abusos de Gendarmería con una mujer embarazada o las negligencias del Sename con niños, niñas y adolescentes. Como lo hacen los y las universitarios que se ponen de frente contra los abusos sexuales derivados del poder que puede encerrar la relación docente-estudiante.

Sumando a la teoría y sus desarrollos más acciones colectivas como estas y reconociendo que cada vida es una experiencia singular, pero que a algunas vidas les toca el lado menos amable del sistema, tal vez se ayude a visibilizar y cambiar más rápidamente el modelo. Lamentablemente para muchas personas ese lado menos amable es tan ajeno a sus vidas y experiencias que simplemente viven pasando de ello, desde la comodidad y el respaldo que brindan la ceguera que pretenden involuntaria o la crítica simplista a los movimientos sociales.

Para la acción colectiva no hace falta ser mujer ni mujer feminista ni esperar el 8 de marzo de cada año: solo se necesita mirar la realidad y no pasar de ella. No está mal recordarlo a propósito de la conmemoración del Día de la Mujer.