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Columna de opinión: inundaciones en Santiago

*Texto escrito por el Dr. Eduardo Peña F, profesor de Ecología de la Facultad de Ciencias Forestales, Universidad de Concepción.

La inundación que afectó a Santiago tiene origen en múltiples factores del pasado y actuales, y por lo mismo la solución también pasa por múltiples acciones a largo plazo.
Las zonas con precipitación mayor a 500 mm, en miles de años, forman suelos profundos y con alto contenido de materia orgánica, favoreciendo la infiltración del agua, recarga de las napas freáticas y minimizando las inundaciones. Los suelos de Santiago, una zona seca, nunca podrán absorber lluvias de alta intensidad tal como las lluvias recién pasadas, que equivalían casi a diez veces la precipitación normal y menos aún si la mayor parte de su vegetación está alterada.

La deforestación modifica el ciclo hidrológico, porque facilita que la materia orgánica se descomponga, reduciendo la capacidad de infiltración de los suelos. Se suma a ello la impermeabilización que generan las zonas urbanas (techos, asfalto, pavimentos), aportando más agua que escurrirá en forma superficial, incrementando el riesgo de inundaciones. A estas dos condiciones se agrega que el cambio climático genera lluvias de alta intensidad, que es imposible que suelos impermeabilizados o zonas como el norte de Chile, no habituadas a la lluvias intensas, absorban el exceso de agua.

El drenaje y el relleno de humedales y planos de inundación también alteran el ciclo hidrológico, se pierde la retención, expansión e infiltración, y en la actualidad esa agua escurre y aporta a las inundaciones. En el mundo se estima que el 50% de los humedales ya han sido drenados y es agua que ahora escurre superficialmente. También se han intervenido los ríos, reduciendo su ancho y su extensión al eliminar curvas o sus planos de inundación, disminuyendo así la capacidad de su caudal, por lo que están menos preparados para absorber precipitaciones intensas.

Por último, se debe considerar el hecho de que a inicio de la temporada de lluvias, el suelo puede encontrarse muy deshidratado y la vegetación herbácea aún no haya germinado, lo que dificulta la infiltración, favorece el escurrimiento superficial y la activación de los procesos erosivos.

Recuperar la vegetación en Santiago es parte de la solución, pero es a largo plazo. La formación de suelos no es rápida, su aridez nunca permitirá tener vegetación exuberante y suelo profundo como en el sur, aún menos con la condición de sequía que induce el cambio climático. Entonces, se deberá recuperar pantanos y planos de inundación de ríos para que el exceso de agua quede retenido en ellos y recarguen las napas freáticas. Otra acción de alto costo es aumentar la capacidad de ríos y sistemas de drenaje, considerando los actuales eventos de alta intensidad de precipitación, es decir, que efectivamente soporten eventos extremos. Por último, toda actividad productiva afecta negativamente al ciclo hidrológico y por ello siempre se deben considerar acciones de mitigación. Se debe crear una ciudad más permeable con menos cemento.