Columna escrita por el Dr. Rodrigo Pulgar
Académico del Departamento de Filosofía
Facultad de Humanidades y Arte
Universidad de Concepción

Es notable la persistencia de los estudiantes autodenominados “movilizados” por mantener una actitud de enfrentamiento y no de debate. Lo que precisamente falta en el momento actual es el debate, es decir, el diálogo de los contrarios que, en un proceso dinámico, permita ir descubriendo el significado de las diferencias y su valor, tanto como la gama de coincidencias. Ambas situaciones no pueden aflorar como es debido. No pueden salir a la luz, puesto que la libertad de pensar y decir por consecuencia, está sujeta a la trampa del chantaje: “si no estás totalmente conmigo en mi forma de pensar y en mi forma de actuar, es que eres mi enemigo y sobre mí ejerces violencia, por tanto, me asiste el derecho de ser violento ya que lo eres por no coincidir conmigo”

He ahí el peligro y lo insano de algunas actitudes estudiantiles. De hecho, la comunidad universitaria en algún sentido está cautivada por formas de intervenir que se construyen desde la exacerbación: el todo o nada. En el contexto del “todo o nada”, se olvida un hecho clave en los procesos de construcción de la comunidad humana: la capacidad de renunciar a cierta parte del contenido de mis relatos de significación para aceptar que existen otros relatos con valor.

Negar esta situación es un error de cálculo político, pues al negarla se instala una concepción totalitaria de la vida, en donde el otro desaparece como marco de referencia y sin el otro ¿quién soy? Solo un yo que convierte la realidad en espejo, es decir, un simple narcisismo nacido de la inseguridad que el otro me genera, ya que temo se descubra la fragilidad de mis relatos. Pero ¿se puede construir comunidad desde el rechazo al otro y no desde el reconocimiento del otro? Acuso que es imposible, pero me asalta la duda a razón de estudiar lo que ocurre en el espacio público.

¿No explica eso en parte la negación de algunos por aceptar abrir los espacios universitarios?, ¿por insistir año tras año en tomas que no tienen resonancia alguna desde un punto de vista político? Lo que sí existe es impacto académico, pues la calidad de la formación se reciente, lo cual traiciona el contenido y fondo legítimo de la demanda estudiantil. Lo cierto que cada toma es un acto que conduce a la disminución de los apoyos: el hartazgo es mayor y eso deben considerarlos quienes insisten en ese modo de actuar. Son a mí entender ciegos políticos: escuchan pero no atienden lo que escuchan a razón que solo desean oír loas.