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Perfiles UdeC: Claudio Valdovinos, un zoólogo ambientalista de estirpe

Al ver a Claudio Valdovinos bajando empinadas y profundas quebradas con la misma facilidad de una cabra montés, sin apoyarse y sin dar paso en falso alguno, cuesta creer que se trata de un respetado académico, pero al escudriñar un poco en su historia todo cobra sentido, porque la naturaleza ha sido una constante en su vida, al igual que la Universidad de Concepción.
Hoy, convertido en profesor asociado e investigador del Centro Eula, y autor de numerosos libros y papers (tiene un currículum de 42 páginas), entre ellas 27 publicaciones ISI, relata que toda su vida el norte siempre ha sido el mismo: trabajar al aire libre y en la UdeC, con la cual ha estado ligado desde muy pequeño, pues su padre fue uno de los primeros ingenieros agrónomos en titularse en esa carrera, en el campus Chillán, luego de lo cual ingresó a trabajar al Indap, labor debido a la cual la familia se mudó de casa varias veces, pasando por lugares como Valdivia, La Unión, Coyhaique, y Los Angeles. Su padre, que falleció cuando él era un adolescente, fue quien implantó en Valdovinos el amor por la naturaleza, por viajar, por aprender de los ecosistemas, de la fauna y de la flora.
Tras su deceso, la madre de Claudio decidió trasladarse junto a sus hijos a Concepción (en ese momento estaban en Los Angeles), básicamente porque era el mejor lugar para que ellos pudieran convertirse en profesionales. Así fue como Claudio se vio pronto terminando su educación media en el Liceo Enrique Molina Garmendia, donde junto a un par de amigos, a los 16 años, fundó un Club de Ciencias Naturales.
?Nos lo pasábamos metidos en ese tiempo en el Museo de Historia Natural de Concepción, que por aquellos años quedaba en Edmundo Larenas, y participando en las Ferias Científicas? relata.
No obstante, la pasión por la Ciencia era aún mayor. Atraídos por lo que se hacía en la Universidad, pronto averiguaron que allí existían laboratorios de zoología y de paleontología. Como adolescentes que eran, el tratar de ir a ver qué hacían allí los estudiantes se convirtió en una suerte de aventura. Se escabullían por los pasillos al ver a los guardias y pronto atrajeron la atención del profesor Hugo Moyano, un hombre al cual el Dr. Valdovinos califica de “notable”, que comenzó a dejarlos a entrar a presenciar los prácticos que se realizaban. A otro profesor que recuerda con mucho cariño de aquella fase pre universitaria es al húngaro Lajos Biró, quien trabajaba en el área de la paleontología y mantenía una colección de fósiles de invertebrados.
En 1982, egresado del liceo -cómo no- ingresó a estudiar Biología a la UdeC y allí, cuando estaba en segundo año, fue finalmente alumno, con todas las de la ley, de Hugo Moyano, en el famoso curso de zoología que este dictaba. Esa impronta aún se nota. Si bien en la actualidad Valdovinos trabaja en ecosistemas, limnología y múltiples estudios interdisciplinarios, cuando se le pide que se defina profesionalmente responde sin chistar: “zoólogo”, aunque precisa que se trata de un zoólogo “que trabaja en el área de las Ciencias Ambientales”.
Como era lógico, se convirtió en ayudante de Moyano y de su otro ídolo de la pubertad, Biró, y muy pronto, gracias a ellos, ingresó de lleno a la academia, pues estaba recién en tercer año cuando –junto a Moyano- participó en su primer paper, un trabajo sobre la medusa conocida como “fragata portuguesa”, que apareció en el boletín de la Sociedad de Zoología de Concepción.
Fue más o menos en esa época cuando tomó una decisión trascendental para su carrera: “la biología podía ser vista con largavistas o con lupa, y yo me decidí por esta última, a fin de enfocarme en trabajar en invertebrados, como moluscos, caracoles, almejas y otros, que es una línea que me fascina y que mantengo hasta el día de hoy”.
Detenido por la zoología
Al finalizar sus estudios, y guiado por otro de sus profesores insignia, el Dr. José Stuardo, Valdovinos realizó una tesis sobre la taxonomía y biogeografía de los caracoles terrestres chilenos, que en realidad era muy ambiciosa, pues implicaba un trabajo que se extendía por todo el país y, por cierto, él no poseía los recursos para ello.
Obstinado, sin embargo, apenas comenzaron las vacaciones, en enero, partió a dedo hacia el sur, hasta Aysén, recogiendo muestras en todos lados. Luego, en febrero, tomó rumbo al norte. Eran los años 80 y estaba en una carretera cercana a Antofagasta, durmiendo tapado con un nylon, cuando apareció un grupo de detectives haciendo una redada, en medio de la cual detuvieron a un montón de “sospechosos”, entre ellos a este joven estudiante, cuya mochila estaba llena de muestras. Lo metieron desnudo a un calabozo y luego de revisar el exótico contenido de su mochila (caracoles de todos los tipos) comenzaron a interrogarlo. Fue entonces cuando les exhibió una carta de recomendación que llevaba, firmada por el gran profesor Jorge Artigas, gracias a lo cual los policías se convencieron de que se trataba en realidad de un alumno universitario y no de un peligroso subversivo, a tal grado que le devolvieron sus muestras intactas.
Gracias a sus calificaciones de pre grado, que le valieron el Premio Universidad, pudo más tarde ingresar al Doctorado en Ciencias con mención en Zoología de la UdeC, algo de lo que está más que agradecido, pues “si no hubiera sido por el premio y las facilidades que este entrega, simplemente no habría podido seguir estudiando”.
Viviendo en la UdeC
El subtítulo no es  exageración. El Dr. Valdovinos recuerda con añoranza su época de alumno de Doctorado, cuando junto a sus compañeros se quedaba trabajando hasta las horas más inverosímiles en los laboratorios de zoología del tercer piso  de la Facultad de Ciencias Biológicas, donde prácticamente vivían.
-Es que habitualmente nos quedábamos trabajando hasta muy tarde y después de la medianoche no había locomoción, entonces era bastante peligroso irse a la casa, por lo cual nos habíamos llevado sacos de dormir y apagábamos las luces para que los guardias no se dieran cuenta, pues estaba prohibido quedarse. De ese modo, nos instalábamos en algunas oficinas, dormíamos un poco y luego seguíamos trabajando- rememora, argumentando que todo era por la pasión que les generaba el estudiar y el investigar.
Finalmente rindió su tesis de Doctorado con un trabajo acerca de la taxonomía de los moluscos de agua dulce, pero antes de ello tuvo la posibilidad de comenzar a vincularse con el que sería uno de los proyectos más renombrados de la UdeC, el Centro Eula.
?Estaba en el Doctorado, cuando cierto día el profesor Stuardo llegó con tres italianos que estaban apoyando la creación del Eula? relata. Los contactos que allí logró lo llevaron después de realizar varias visitas a Italia (especialmente a Génova, donde trabajó mucho con el actualmente fallecido Dr. Norberto  Della Croce) y a participar del proyecto desde sus inicios, a tal punto que hoy es el investigador más antiguo del mismo.
Fue en función de ello que sus intereses primigenios en la taxonomía y palentología comenzaron a cambiar, “porque gracias al trabajo con el profesor Stuardo pasé de lo micro a lo macro. Fue un tremendo cambio de switch, ya que junto a él comencé a estudiar lagos o ríos como si fueran organismo, agregándoles luego al hombre como factor de cambio en el ambiente, gracias a la visión del Dr. Oscar Parra”.
Una nueva aventura
Así, se inició un trabajo que ha tenido profundas repercusiones en el país, pues ha implicado –entre otras materias- investigar sobre el río Bío Bío, la ecología del Golfo de Arauco, la importancia del viento, las tormentas, etc. Hoy en día dice que su máximo interés está puesto en los ecosistemas alto andino y en los ambientes de los fiordos patagónicos, donde ha podido investigar mucho en el marco del CIEP, todo ello desde la óptica de las Ciencias Ambientales, las cuales forman –explica- una tríada en la cual convergen los sistemas naturales, culturales y productivos, y en la cual “se integra lo micro con lo macro, pues partimos analizando crustáceos, por ejemplo, que son muy ricos en decirnos cuál es el nivel de sanidad que posee un río, para terminar analizando los cauces sobre la base de las imágenes satelitales. Todo ello es lo que hacemos en el Eula”, precisa.
Asimismo, reconoce que sus tiempos son acotados y que es poco lo que le queda para la familia, conformada por su esposa (a quien conoció cuando ella, que provenía de otra universidad, llegó a su oficina preguntando sobre una investigación relativa a parásitos invertebrados) y dos hijas a las que califica de “fascinantes”, gracias a las cuales puede desconectarse.
No obstante, su conversación vuelve una y otra vez a la Ciencia. No puede esconder, por ejemplo, su fascinación por los insectos, especialmente los plecópteros, “que son de los insectos más primitivos que existen, pero en los cuales se encuentra la base del vuelo”, acota, explicando que “los insectos nos dicen mucho. La presencia, ausencia o cantidad de poblaciones nos indican, por ejemplo, en el caso de un lago, cuáles son las temperaturas, la calidad del agua, etc.” y es justamente a partir de ese tipo de análisis que se encuentra abocado, junto a otros investigadores, a uno de los temas más relevantes que le ha tocado en el último tiempo, que es la indagación de las consecuencias que causó el terremoto y el tsunami del 27 de febrero de 2010 en el humedal Tubul-Raqui, uno de los más importantes del país, y que se vio fuertemente impactado por el movimiento sísmico, al tiempo que participa de varias otras investigaciones, como la que se está realizando en el río San Pedro, en la Región de los Ríos, y otra relativa a la conservación de un especial tipo de cangrejos que sólo se encuentran en los deslindes de las zonas urbanas del gran Concepción.
A continuación, un breve video en el cual el Dr. Valdovinos relata lo que son las Ciencias Ambientales y lo que la Universidad de Concepción ha significado en su vida: