Conocer la trayectoria profesional de Quintín Oyarzo es remitirse a los tiempos de otro periodismo,  ese que se hacía casi a pulso, sin correo electrónico o  sin celular;  en el contacto directo con las fuentes informativas y donde el mayor recurso era la claridad de la pluma.
Ese es el periodismo que muestra el libro póstumo de Oyarzo (1950-2009), Crónicas y minicuentos, que a sólo 4 días de salir de imprenta fue presentado esta mañana en el auditorio Universidad de Concepción en una ceremonia organizada  por el Departamento de Comunicación Social; el Consejo Regional del Colegio de Periodistas, y la editora Interiordía.
El texto reúne una serie de crónicas, reportajes, columnas de opinión, entrevistas,  escritas por Quintín  Oyarzo entre 1979 y 2007,  así como algunos minicuentos -género que había comenzado a cultivar en los últimos años- compilados por su viuda, Gabriela Tapia, y el también periodista y editor de Interiordía, Gilberto Villarroel.
La ceremonia fue abierta por el profesor del Departamento de Comunicación Social, Carlos Oliva, quien hizo una semblanza del periodista, formado en la UdeC, que se desempeñó en Diario Crónica, Diario Color y Diario El Sur, donde permaneció hasta 1992.  Pese a su amplia trayectoria, sólo ese año obtuvo su título, ya que como muchos de su generación vivió el cierre de la Escuela de Periodismo tras el Golpe de Estado de 1973. Posteriormente se desempeñó como editor en La Nación de Santiago y en la Agencia Orbe, y como colaborador de la revista El Periodista. Además fue asesor de prensa del Ministerio de Defensa.
La presentación de Oliva fue, ante todo, una descripción del hacer de Oyarzo en su oficio: desde la manera en que tecleaba la máquina cuando se sabía poseedor de algo "noticioso "o  cómo vibraba frente a una primicia; la forma de construir las redes sociales (no como se conocen ahora) con fuentes informales y “amigos dateros”  (porque sabía que las fuentes informativas oficiales no siempre podían ser abordadas, dijo), su manejo de las relaciones y del lenguaje (con precisión y sencillez); además de su compromiso de dar espacio a los que no tenían voz, donde destacó su trabajo a favor de los derechos humanos.
De acuerdo a Oliva, Quintín Oyarzo fue un amante de su profesión, un periodista consecuente, honesto, generoso y solidario; crítico, constante y persistente, “que –dijo-  se ganó el corazón de mucha gente, porque valoraba a sus semejantes no por cómo lucían ni por lo que poseían, sino por lo que eran su esencia y sus valores”.
Por su parte, el presidente del Consejo Regional del Colegio de Periodistas, Christian Paulsen, se refirió a la labor gremial de Quintín Oyarzo, destacando que como dirigente “siempre estuvo dispuesto a buscar soluciones a los muchos problemas que se generaban en la época y al mismo tiempo  buscar dentro de nuestro Colegio el perfeccionamiento de nuestra profesión, desde el lugar donde se desarrolla esta actividad, desde la trinchera periodística”.
El lanzamiento del texto, como dijo su editor, Gilberto Villarroel, es la culminación de tres años de trabajo, que se iniciaron el mismo día del funeral del periodista, a quien reconoce como su amigo y mentor.

Villarroel resaltó el carácter testimonial de los escritos de Oyarzo, como rescate de la historia reciente del país, especialmente para las generaciones jóvenes que “van a encontrar (en este libro) muchas historias, personajes  que a lo mejor no les suenan tanto y que ocupan un lugar importante no sólo a nivel nacional; como también algunos que podrán reconocer más fácilmente, como ex presidentes de la República, dirigentes sindicales, periodistas y  personas de la calle, mineros del carbón que en algún  momento tuvieron mucho protagonismo no sólo en lo que pasaba en el país, sino también en la región”, dijo.
Además de los trabajos periodísticos y microcuentos de Oyarzo, el texto –que estará en las principales librerías del país en las próximas semanas- incluye testimonios sobre su vida de varios colegas y amigos, así como una lista  de los libros de periodismo, historia y derechos humanos que componían la biblioteca personal del periodista, que hoy forman parte del archivo del Museo de la Memoria. “Son libros patrimoniales que cualquier chileno interesado en saber lo que pasó en el país debería conocer", dijo.