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Investigadores UdeC hallan preocupante nivel de metales pesados en la Antártica

En una investigación que recién comienza, un primer monitoreo realizado a través de heces de pingüinos mostró altos niveles de mercurio y cadmio. 
Aunque la Antártica es percibida, en general, como un lugar más bien exento de los problemas de contaminación que se observan en otras zonas del mundo, existen estudios que evidencian  un incremento de los impactos de las actividades de origen antropogénico en su ecosistema.
Y pese a que las concentraciones de la mayoría de los elementos químicos en la Antártica son bajas en comparación con otras áreas del planeta, éstos se han incrementado en el tiempo como consecuencia del aumento de la población, el turismo y el desarrollo industrial en el hemisferio sur, lo que podría estar afectando a especies vulnerables como los pingüinos, que es el objeto de un estudio impulsado por un grupo de tres investigadores de la UdeC.
A través de un proyecto -respaldado por la Vicerrectoría de Investigación y Desarrollo y el el Instituto Antártico Chileno (Inach)- los científicos realizarán un seguimiento de la presencia de metales pesados en la zona.
Depredadoras terminales en la cadena alimentaria, las aves marinas guardan información  en sus organismos que puede servir para evaluar cambios experimentados por los ecosistemas.   De este modo,  los pingüinos antárticos son usados en esta investigación como una suerte de bio-monitores de la contaminación.
La investigación es desarrollada por los académicos de la facultad de Ciencias Veterinaria-Campus Chillán, José Celis (su director) y Daniel González, además del director del Centro Eula, Ricardo Barra, y considera el monitoreo de colonias de pingüinos de las Islas Shetland y la Península Antártica, a través del análisis de metales pesados contenidos en los excrementos de la aves.
Si bien existen otras metodologías para analizar contaminación en aves (análisis de sangre, de huesos o plumas), los investigadores optaron por esta técnica por tratarse de una opción menos invasiva y concordante además con las regulaciones de protección internacional de la vida silvestre.  “Esta técnica permite no tocar al ave, por lo que se está usando mucho en investigaciones de este tipo”, señala el doctor Celis. Por otro lado, implica una menor intervención humana en el entorno de los animales.
El análisis de las heces permite tener un monitoreo general del animal, evaluando metales traza bioacumulados por medio de biomarcadores circulantes, determinando, asimismo, los niveles de elementos contaminantes excretados. Las mediciones consideran, del mismo modo, evaluar la presencia de porfirinas, un componente que se enlaza a los metales, por lo que puede ser usada como un biomarcador capaz de dar cuenta sobre los niveles de exposición de las aves (y otros animales) a los compuestos del seguimiento.
Las primeras muestras de heces fueron colectadas por el doctor Daniel González durante una campaña en terreno que se extendió entre el 2 de enero y el 24 de febrero de este año y los primeros análisis –como adelanta el doctor Celis- arrojan niveles preocupantes de mercurio, plomo, arsénico y cadmio, lo que hace suponer a los investigadores que las aves podrían estar desarrollando algunos efectos bioquímicos asociados a la contaminación por metales pesados.
“Se ha detectado mercurio a niveles de hasta 9 milígramos por kilo y cadmio hasta 3 mg./Kg.  Esto puede afectar riñones, hígado y el sistema nervioso central de los pingüinos”, señala Celis.
Son resultados aún preliminares de una investigación que continúa hasta 2013 y que, como explica su director, tiene proyecciones para la protección de las aves ícono de la Antártica.  “Con este estudio se aportará valiosa información acerca de la exposición a contaminantes químicos que podrían estar afectando a los ecosistemas marinos de la Antártica que, sin duda, ayudarán a un mejor entendimiento para la implementación de futuros plantes de preservación del pingüino antártico”.