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Importantes conclusiones arrojan estudios sobre megaincendio de Quillón

Ha sido enfático en señalar que Chile va a tener que acostumbrarse a los grandes incendios. Esa es, para el académico de la Facultad de Ciencias Forestales de la UdeC Eduardo Peña, una de las principales lecciones que ha dejado el siniestro que azotó a Quillón a comienzos de este año.
El gran problema -para este experto en ecología del fuego- es que, además de las condiciones climáticas favorables a los incendios, ya que el ambiente está más seco,  “hemos puesto más combustible: las plantaciones han crecido más que el bosque nativo y cuando entramos a hacer podas y raleos (debajo de las plantaciones) queda más combustible”.
Pero junto con eso, como agrega  Peña, todas estas plantaciones se presentan de forma continua, sin espacios que las separen, lo que facilita la propagación del fuego.  “Es la continuidad del combustible lo que nos hace problemas”, dice, señalando que justamente esa es una de las razones que explican los incendios ocurridos la semana pasada.
Al analizar las estadísticas, el académico señala que en Chile el porcentaje de grandes incendios es muy menor, lo que habla de la gran capacidad que existe para el control de los siniestros, por eso a su juicio ahora es necesario avanzar en el trabajo preventivo, con conocimiento de las dinámicas del fuego y también en la preparación de la población.
Lo que se necesita –dice-  es lo que se está haciendo, por ejemplo, en Estados Unidos, que tiene una pauta para incendios en la interfaz urbano-rural, a partir de la cual un experto evalúa las casas cercanas a las plantaciones midiendo distintos factores de riesgo, para luego recomendar acciones preventivas a sus habitantes, ante eventuales incendios, lo que se reafirma con "lo que vimos en la zona del incendio (en Quillón), donde las personas que despejaron 25 a 30 metros  alrededor  de la casa, tuvieron una distancia suficiente para salvarla del fuego”.
Recuperación
Esta semana,  Eduardo Peña  dio a conocer resultados preliminares de un trabajo de monitoreo de la recuperación de los suelos afectados por el incendio de Quillón. De acuerdo a las observaciones, el académico se atreve a anticipar que la cubierta vegetal en la zona estará recuperada en casi un 60%  al finalizar este año y casi en su totalidad en un año más.
“Hicimos una visita 7 de enero y todo estaban quemado, pero había algunas plantitas verdes que habían sobrevivido al fuego. El 11 de enero ya habían aparecido las primeras plantas invasoras que son las más  típicas: zarzamora, la galega, mosqueta. Y al mes empezaron a brotar las nativas. Ello nos muestra que la vegetación tiene una capacidad de tolerar, de adaptarse, resistir el fuego y persistir en el sitio”.
Una buena noticia, puesto que la vegetación es fundamental para la protección del suelo y para contener la erosión.  Y, como cuenta Peña, “la recuperación es mucho más rápido de lo que se creía”. Esto es, porque, si bien fue un incendio “espectacular”, finalmente pasó de manera rápida por las plantaciones.
Al  proceso de recuperación han ayudado las lluvias de baja intensidad del último periodo que -dice- facilitan la regeneración de semillas. Sin embargo, agrega,  es también un punto de preocupación porque favorecen la regeneración de especies introducidas como el aromo y el pino radiata, que se transforman en una competencia para las especies nativas: “lo que hemos detectado es que las especies introducidas son oportunistas,  ya que apenas se produce un espacio, que es el espacio que produce el fuego, son las primeras que llegan”.
El interés de los estudios post incendio en Quillón está centrado en “detectar las plantas que aparecen primero,  de tal manera de poder utilizarlas en futuros trabajos de recuperación de terrenos”, señala el experto.
Para explicar qué tipo de intervenciones se pueden hacer, el académico cuenta que estudios realizados en la Facultad han mostrado que, por ejemplo, la semilla de la retamilla (una especie invasora) resiste mayores temperaturas que las especies nativas. “Si pasa el fuego quema la nativa, pero la retamilla queda ahí”.
Entonces, de lo que se trata es de apuntar a aquellas especies propias  que se regeneran primero luego de un incendio, con la idea de “en el futuro poder, ojalá, tener un stock de semillas nativas de herbáceas y luego de un incendio llegar a sembrar las especies que nos interesan, para evitar la competencia de la retamilla”.
El investigador deja en evidencia, además, una de las falencias en nuestro país cuando se habla de la restauración de los bosques: "el gran problema es la disponibilidad de plantas nativas en vivero, pues en estos casos se requiere de una gran cantidad de plantas”, explica, advirtiendo que no se trata de poner cualquier especie: deben ser plantas propias de la zona a intervenir.
A veces, dice, se comenten errores como lo que está ocurriendo en la ruta a Curanilahue, donde en compensación por las intervenciones en el bosque nativo, están plantando quillay, que es lo más abundante, “pero no es de esa zona. Desde el punto de vista ecológico  y ambiental es incorrecto introducir una especie, porque se puede convertir en invasora”, puntualiza el académico.