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El verdadero peligro de las llamaradas solares

Prácticamente impredecibles son las famosas “tormentas solares” que cada cierto tiempo afectan a nuestro planeta y que, desde el domingo, mantienen en alerta a todos los científicos encargados de  los sistemas tecnológicos satelitales, comunicaciones y de líneas de transmisión de electricidad.

“En horario chileno, la tormenta habría comenzado el lunes recién pasado, cerca de las 3 AM, y habría llegado a la órbita de la tierra a las 6 PM del martes 24”, explica Sergio Vidal, egresado de la carrera de Geofísica, quien se ha dedicado a estudiar este tipo de fenómenos junto a connotados expertos del área: los académicos del departamento de Geofísica (Dgeo),  Alberto Foppiano y Elías Ovalle.

En palabras sencillas, Sergio explica que  cada cierto tiempo el sol “explota”, producto de su intensa actividad, lo que provoca la acumulación de energía magnética en su atmósfera, que en ocasiones es liberada repentina y rápidamente, enviando una "llamarada" de radiación equivalente a millones de bombas de hidrógeno. Sin embargo, aclara, lo que llega a la tierra no es una onda de calor, sino una fuerte onda de radiación y partículas cargadas con energía.

Aunque a veces la energía liberada apunta directamente a la Tierra, nuestro planeta no se destruye porque está protegido por la rotación del núcleo terrestre, que genera un campo magnético llamado magnetosfera, el que actúa como un escudo natural absorbiendo el impacto de las eyecciones de masa coronal del Sol (CME, por sus siglas en inglés), desviándolas hacia los polos.

“El efecto aumenta en el hemisferio norte, porque allí hay poblaciones más cercanas a los polos. En el caso de Sudamérica, para percibir los efectos, habría que trasladarse a la Península Antártica para, de este modo,  percibir efectos similares a los que se pueden observar en poblaciones como Nueva York”, agrega el profesor Foppiano.
A pesar de la protección de la magnetosfera para la vida terrestre, de igual forma se podrían  introducir partículas solares, cuyos efectos pueden ocasionar daño en los satélites que están en órbita y, por consiguiente, perturbar todos los sistemas de comunicación que dependen  de ellos. 

Según el Centro de Predicción de Clima Espacial de la Administración Nacional de Océanos y Atmósfera  (NOAA) de Estados Unidos, la radiación de la última tormenta -la más fuerte desde septiembre desde 2005- podría continuar teniendo efecto durante toda esta semana.

Peores en el pasado

Según Sergio Vidal, éste fenómeno es frecuente en nuestro planeta y sin duda continuarán ocurriendo. Sin embargo,  el joven cuenta que en la historia de la geofísica existe registro de dos llamaradas solares que antaño causaron graves daños estructurales.

En el año 1859 se produjo la más potente: en agosto de ese año se observaron auroras boreales perceptibles hasta en el Caribe, acompañadas de una avería  de los sistemas de telégrafo en toda Europa y América del Norte, con graves incendios, producto de cortes y cortocircuito.

Posteriormente, en 1989, se registró el apagón más famoso producido por una tormenta geomagnética, ya que en marzo de ese año millones de personas en Quebec (Canadá) quedaron sin electricidad durante 9 horas.

Yanet Díaz
Periodista Dgeo