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Columna de opinión: Minihidros y conservación de ecosistemas fluviales

Claudio Valdovinos Zarges, Biólogo, académico del Centro de Ciencias Ambientales EULA, Universidad de Concepción. 
Los ecosistemas fluviales chilenos son relevantes elementos del paisaje que conectan sistemas terrestres y marinos, distribuidos a lo largo de casi 4.000 Km de nuestro territorio, cubriendo un amplio espectro de zonas climáticas. Estos sistemas albergan una particular biodiversidad dulceacuícola, incluyendo peces e invertebrados altamente singulares y únicos en el mundo, muchos de los cuales son escasamente conocidos y muchos amenazados de extinción. Un ejemplo son las especies de crustáceos Aéglidos, la mayoría de las cuales presentan una marcada reducción de sus poblaciones asociadas a un deterioro de su hábitat. Por otra parte, estos ecosistemas proporcionan múltiples servicios ecosistémicos a nuestra sociedad, entre los cuales destaca el abastecimiento de agua potable, riego y de uso industrial, además de generación de energía hidroeléctrica.
Desde las primeras centrales hidroeléctricas desarrolladas a fines del siglo XIX hasta la década de los 70, existió la imagen que los grandes proyectos hidroeléctricos no provocaban impactos adversos significativos en el ambiente. Con posterioridad se generó un cambio de imagen, al documentarse los profundos impactos causados por algunas de ellas, derivados principalmente de la fragmentación de los ecosistemas fluviales y a la alteración del régimen natural de caudales. En la actualidad, existe otra creencia generalizada, que dice relación a que las pequeñas centrales hidroeléctricas serían el sustituto “verde” de las grandes centrales.  En el caso de Chile, desde el punto de vista de la ley de Ernc (Energías renovables no convencionales), califican dentro de esta categoría aquellas centrales con una potencia de hasta 20 MW. Ellas incluyen un amplio espectro de dimensiones y tipologías, desde aquellas que utilizan bajos caudales y una alta caída de agua, hasta las que emplean altos caudales y una escasa caída de agua. Un ejemplo emblemático de ellas es la Central Hidroeléctrica Chivilingo inaugurada en 1897, localizada en la Región del Biobío y que estuvo en operaciones ininterrumpidas por 78 años, llegando a generar 430 kWh.
La imagen de que las pequeñas centrales constituyen una fuente de energía “verde”, sin los problemas asociados a las grandes centrales ha gatillado un interés nacional y mundial por el desarrollo de este tipo de proyectos. Sin embargo, están surgiendo algunas aprehensiones sobre su utilización masiva. En una reciente revisión mundial de la información existente sobre los impactos causados por pequeñas centrales en ecosistemas fluviales, T. Abbasi y colaboradores (Renewable and Sustainable Energy Reviews 15, 2011), señalan que en general se pre-supone que las pequeñas centrales  generan en el ambiente impactos adversos localizados y no significativos. Este supuesto se basa en que, dado que este tipo de proyectos son de pequeña escala, los efectos adversos debieran ser proporcionalmente reducidos. Sin embargo, destacan que esta afirmación no tiene una base científica sólida y, que su masiva utilización, con un gran número de unidades operando en extensos territorios, puede generar impactos negativos en los ecosistemas fluviales, que todavía no han sido dimensionados. Al respecto, se estima que las pequeñas centrales producirían un impacto proporcionalmente equivalente a una gran central, si se estandariza por KW de energía hidroeléctrica generada.
En el caso de Chile, se ha registrado en los últimos años un incremento significativo de este tipo de proyectos desarrollados en ecosistemas fluviales y canales de riego. En el caso de aquellos localizados en ríos, es fundamental que los procesos de evaluación ambiental se realicen considerando la cuenca hidrográfica como unidad de referencia. Además, deberá planificarse el uso del ecosistema fluvial, analizando de manera integrada los impactos acumulativos generados por el conjunto de proyectos hidroeléctricos y otras actividades desarrolladas en las cuencas.  Para compatibilizar el desarrollo del sector minihidro con la conservación de ecosistemas, es urgente contar con una normativa ambiental clara, basada en investigación científica sobre ecosistemas fluviales y que haga distinciones entre aquellos proyectos que se localizan en sistemas artificiales como canales de riego, de aquellos desarrollados en ecosistemas fluviales.
La conservación de la biodiversidad y de los numerosos servicios ecosistémicos proporcionados por los ríos, requiere de un adecuado manejo sustentable de tales sistemas, considerando futuros escenarios de presiones de uso y de cambio climático. Desde una perspectiva de las Ciencias Ambientales, se considera que todavía se requiere desarrollar de manera importante el conocimiento de nuestros ecosistemas fluviales, con el objeto de tomar decisiones adecuadas de manejo.  En este sentido, se considera que muchos de los impactos potenciales generados por un masivo incremento de minicentrales, no serían predecibles considerando el actual nivel de conocimiento científico que tenemos de nuestros ecosistemas fluviales. Sin este conocimiento, será difícilmente posible adoptar adecuadas medidas de conservación de estos ecosistemas.