Hasta la mitad del siglo pasado se consideraba que un insecticida ideal debería reunir las siguientes características: amplio espectro de acción, alta persistencia ambiental, alta rentabilidad a la industria y bajo costo al agricultor. Sin embargo, los efectos del uso indiscriminado de plaguicidas (como el desarrollo de razas de insectos resistentes y diversas alteraciones en la salud humana) hicieron que esta filosofía cambiara drásticamente.
En base a esto, hoy en día se trata la resistencia a los insecticidas no como un problema producido por mal manejo, sino como el centro de todas las decisiones en el manejo químico de una plaga. Este cambio ha provocado que se requiera de métodos rápidos, efectivos y de bajo costo, que permitan realizar un diagnóstico de la susceptibilidad de una plaga ante los diferentes grupos químicos de insecticidas presentes en el mercado.
Esta metodología se denomina bioensayo, y conocer y comprender sus bases permite una interpretación más acertada de los resultados, lo que redunda en una toma más informada de decisiones para el control de una plaga. De ahí que resulta tan importante el curso denominado El bioensayo como herramienta para el diagnóstico y manejo de la resistencia a insecticidas y acaricidas, que se desarrolla hasta este viernes en la facultad de Agronomía de la Universidad de Concepción y que dicta el ingeniero agrónomo Dr. Angel Lagunes Tejeda, quien proviene del Colegio de Posgraduados en Ciencias Agrícolas de México.
“Lo que estamos haciendo es proponer alternativas para tener un mejor uso de insecticidas, a través de pruebas de efectividad simple de los productos que son autorizados para usarse contra determinada plaga en determinado cultivo. Ahora, como lo mejor de los insecticidas es no usarlos, se trata de definir estrategias para usar menos o no usar y siempre va a haber alternativas, todo va a depender del valor del cultivo, porque un cultivo que va a ser exportado requiere de muchos más cuidados que un cultivo que se consuma en forma interna. Entonces, lo importante es que si se van a usar insecticidas que por lo menos sirvan, porque si se usan y no sirven sólo contaminan y afectan a los productos”, explicó el experto mexicano.
Este curso teórico-práctico tiene una duración de cinco días y está dirigido a todos los profesionales del mundo del agro y estudiantes.
En este sentido, la docente y coordinadora de la actividad, Inés Figueroa, señaló que “no es un curso muy masivo porque es un tema muy específico, así que estamos satisfechos con las doce personas que llegaron a este curso que logramos desarrollar desde el Programa de Magíster en Ciencias Agronómicas de la Facultad de Agronomía, en coordinación con el Conacyt, un organismo mexicano encargado de investigación”.