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Agricultura y agua: expertos UdeC exponen causas y soluciones al conflicto de Petorca

Desde que se diera a conocer en los medios el conflicto por el uso del agua en el cultivo de paltas, la zona de Petorca y la Ligua se convirtió en el símbolo de un problema que, según los especialistas, no tiene una solución de corto plazo. Con caudales agotados, acusaciones cruzadas de robo de agua y un suelo sobre explotado, la situación que se vive en la zona central del país tiene múltiples causas y algunas soluciones, la mayoría de largo aliento. Así al menos lo señalan los expertos de la Universidad de Concepción que han estado involucrados en el tema.

Según explica el académico José Luis Arumí, Decano de la Facultad de Ingeniería Agrícola y miembro del Centro de Recursos Hídricos para la Agricultura y la Minería (Crhiam), el problema de Petorca es “el buque insignia” de lo que ocurre en la zona central del país. Entre los factores, está el hecho de que el sector tuvo un período muy húmedo en los ’80, cuando se otorgaron los derechos de agua, y desde entonces la zona ha modificado sus patrones de cultivo agrícola. “Cuando yo era niño era difícil encontrar aceite de oliva nacional, por ejemplo. Luego se empezaron a plantar muchas hectáreas de palta, olivos, kiwis y eso cambió la necesidad de riego de la agricultura nacional”. La situación se mantuvo estable por unos años, pero “luego vino el cambio climático, y en Petorca no hay un año húmedo desde 2002”. Esta escasez prolongada de agua obligó a los agricultores a utilizar las aguas subterráneas, como una cuenta de sobregiro, que también se está agotando. Esto no solo afecta al agua de consumo para las personas, sino también a los humedales costeros y al riego agrícola. “A los grandes productores también les afecta, es cosa de ver el precio de la palta. El 30% de la producción se cortó, porque no hubo posibilidad de regarla”.

Erosión y pérdida de ecosistemas
A estos factores, se suma el cambio en el uso de suelo, específicamente en las laderas de los cerros. Lo que antes era espacio de matorrales y bosque esclerófilo, hoy es cultivo agrícola. Ese cambio produjo, entre otros problemas, que la poca agua que cae en la zona no pueda ser reabsorbida por el suelo y se pierda. Felipe Aburto, académico del Laboratorio de Investigación de Suelos, Aguas y Bosques, de la Facultad de Ciencias Forestales, explica que las técnicas de cultivo muchas veces contribuyen a acrecentar el problema. Explica como ejemplo que en una pendiente, los camellones (acumulación de tierra que permite el enraizamiento de las plantas) “deben colocarse en contra del sentido de la pendiente para detener el flujo de agua y la erosión. El problema es que aquí se ponen en el sentido de la pendiente, para controlar las heladas”. Cuenta que muchos de sus colegas que trabajan en la zona han alertado sobre la pérdida de suelos, aunque no existe una ley que regule su uso.

Cambio climático
Para Arumí, es necesario mejorar la gestión del recurso hídrico, la eficiencia del riego y habilitar la recarga artificial de agua subterránea. “Una de las cosas importantes que teníamos era la reserva de nieve, porque el 85% de la lluvia ocurre en invierno. La naturaleza almacenaba a través de la nieve pero el cambio climático afecta ese manto y tendremos que construir embalses y recargar acuíferos de forma artificial, infiltrando a través de la red de canales o inyectando agua a través de pozos”. Advierte, eso sí, que lugares como Montana, Estados Unidos, se demoró 40 años en contar con su sistema de recarga artificial.
Por el momento, en el Crhiam existen proyectos de monitoreo remoto, a través de satélites, para determinar el comportamiento histórico del acuífero de Petorca. Mediante esta teledetección se pueden estudiar los cambios y gestionar mejor el recurso. Otro proyecto es el uso de drones con imágenes térmicas que permitan detectar aguas subterráneas.

Soluciones comunitarias
En el año 2016, Ovidio Melo, jefe de la Unidad de Gestión de las Aguas de la Facultad de Ingeniería Agrícola, participó en un proyecto del Ministerio de Obras Públicas, que dio personalidad jurídica a 12 comunidades de agua subterránea de La Ligua- Petorca. Esta es la segunda experiencia en Chile y se trata de que dichas comunidades, una vez que cuenten con organización y recursos, controlen mediante el uso de tecnología la cantidad que cada usuario obtiene de los pozos subterráneos. “El objetivo es que extraigan las cantidades de agua que cada usuario tiene, o sea administrar el acuífero como forma de proteger la sostenibilidad del recurso en el tiempo”
Un segundo proyecto, esta vez con el Ministerio de Agricultura, consistió en un plan estratégico de riego para la zona, que establece objetivos para los próximos 15 años. A través de un proceso participativo, se acordó dar existencia organizacional a la comunidad, para regularizar derechos de agua, reunirse, elegir un directorio y gestionar para que se empiece a implementar el sistema de control de extracciones. El trabajo con estas comunidades permitió avanzar en dos años lo que en circunstancias regulares tarda una década. Melo señala que esto es relevante porque “nuestra legislación impone que las principales funciones en gestión del agua están en manos de particulares” y por lo tanto, el Estado no tiene facultades para intervenir directamente en el uso del agua.

Uso sustentable del suelo
Otra de las preocupaciones es qué pasará si la escasez de agua hace insostenible el cultivo. “Si llegamos a una crisis tal que se empiecen a abandonar esos terrenos, donde los ecosistemas se destruyeron. El suelo queda descubierto y se produce más erosión y cuando eso ocurre no tienes forma de recuperar, porque el suelo es un recurso no renovable”, dice Felipe Aburto. Al respecto, señala que la UdeC tiene experiencia en rehabilitación de suelos con pasado agrícola, y por lo mismo, asegura que “se pueden rehabilitar, pero nunca van a volver a ser lo que fueron. En esa zona tienes pocos centímetros de suelo y el costo monetario de rehabilitar es altísimo”.

Foto: Gentileza Crhiam